Hay que ponerse a rezar
Primer paso:
Hay que rezar. Hay que ponerse a rezar. Hay que ponerse a rezar en serio, con intensidad, con fe, con optimismo.
Todo el mundo habla de las EPI, de las mascarillas, de los geles, de los respiradores, pero se habla poco, muy poco, del poder de la oración, de la oración de petición.
Dios nos está pidiendo la humildad de rezar, de pedir que cese la pandemia. De esto no se habla.
Yo mismo me daba cuenta esta mañana de que estaba rezando poco. Nos pasamos el día hablando del monotema, pero no hablamos con Dios del monotema. Falta un diálogo valiente y descarado con Dios: Jesús, perdona a tu pueblo y retira con tu mano amorosa la pandemia que nos enferma y nos mata.
Dios nos devolverá la salud y nos ofrecerá el remedio, a través de la investigación farmacológica, para curar la enfermedad. Hace mucha falta rezar.
Segundo paso:
Hay que replantear roles sociales perversos, sobre todo en Occidente, donde nos habíamos enamorado de nosotros mismos, sumergidos en la vorágine de la tontería. El placer y el dinero, la pasta. Un montón de contradicciones. Por ejemplo, 160.000 perros son muchos perros para una Asturias despoblada.
¿Qué nos estaba pasando? Si nos asustan las previsiones de mortalidad de la pandemia, qué hacemos con los cuarenta millones anuales de abortos en el mundo. Y el tráfico de armas, y la explotación sexual y laboral de niños, y la trata, y las familias pequeñísimas de tres o cuatro miembros, y el precio de la vivienda en las grandes ciudades, y la degradación de la naturaleza, y…
Toda una civilización con muchísimos elementos positivos, y todavía muy comodona y aburguesada. Nuestro entorno de confort se había hecho intocable.
Hay que cambiar muchas cosas. Hace falta un rearme moral, ético y religioso. La Iglesia tiene que intensificar y comunicar con más vigor y convencimiento su mensaje espiritual. Hay que desempolvar el sacramento de la Penitencia, puerta grande de la Eucaristía.
Estamos en un momento muy oportuno para rediseñar el paradigma vital de Occidente. Volver a las raíces no quiere decir recuperar antigüedades. Quiere decir dar valor a lo que siempre ha funcionado bien.
Hay que ponerse a pensar en serio. Hay que ponerse a rezar.
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