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Suerte en vez de protección

28 de Abril del 2020 - Luis Quiñones Ortiz (Oviedo)

Hasta ahora hemos tenido suerte. Me explico: mi esposa y mi hija, durante la célebre pandemia, han permanecido trabajando en dos hospitales muy alejados uno del otro, sin prácticamente ninguna protección, durante un periodo de tiempo inadmisible. Empezaron a estar debidamente equipadas a primeros de abril, es decir, estuvieron un mes expuestas a un riesgo de forma absurda. Su protección previa era una mascarilla de las verdes (ya me entienden). No contrajeron la enfermedad, aunque, a día de hoy, a mi esposa no le han realizado ningún test. La OMS insiste en que se deben hacer test, test, test. Bueno, pues aquí alguien tomó la resolución de sí pero no, no pero sí. Mi experiencia personal: cuando empezaba la expansión del virus me hicieron análisis para un preoperatorio en el hospital. Curiosamente, las mascarillas las llevábamos algunos pacientes. Las ATS de extracciones no, se las habían negado por orden superior (de palabra claro, no vayamos a meter la pata). Eso a nivel local, a nivel general, observamos cómo nuestros diputados guardan toda serie de medidas para su propia seguridad (separación entre sus asientos, limpieza constante del atril desde donde hablan, etcétera), todo eso está bien, pero los sanitarios mientras tanto sin protección, y sin poder guardar espacios, hay algo que no encaja. No se daban cuenta de que no solo el riesgo de contagio para este conjunto era enorme, sino que ese mismo sanitario contagiado se estaba transformando en otro pequeño foco (37.000 positivos, a ver cómo se maquilla ese dato). Es decir, yo me protejo que me resulta fácil, y a los que tienen más difícil protección, los de la primera línea en los hospitales y centros de salud, ya les daremos todas las medidas necesarias para su seguridad. Pues no, las han dado tarde, y a cuentagotas. Ni tampoco a los taxistas, los transportistas, los dependientes de servicios esenciales, los estanqueros y perdón de los que me olvidé. Hasta tuvieron la genial ocurrencia de considerar las peluquerías como servicio esencial, cosa que, para el bien del gremio, no coló. Como decía al principio, hemos tenido suerte, que por desgracia no han tenido muchos otros. Y, por favor, que no nos repitan desde la cúpula que tenemos la mejor sanidad del mundo. De eso nada, tenemos, eso sí, sanitarios fuera de serie, lo han demostrado y no son pocos los que lo han pagado con su vida.

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