A salvo sí, pero así no
Tenía acceso a salvoconductos que no se encuentran al alcance de cualquiera, de los que no se compran con el poder del dinero sino con la amistad de gente influyente, que te envían, sin pasaporte y en primera, por el mundo entero. Uno de ellos le ponía en bandeja el país que quisiera, por ejemplo, en el que menos contagio hubiera, luego, cuando remitiera el problema, un vuelo lo traería de regreso a seguro de nuevo en casa. Era un contratiempo rentable que le serviría de garantía de vida y, al mismo tiempo, de futura experiencia financiera en el extranjero. Le dijo que aceptaba el ofrecimiento, ya solo sería cuestión de tiempo volar a ese enigmático lugar donde no existía peligro inminente de muerte. Pero, surgió un contratiempo con el que no contaba Alfredo y con el que no estaba en absoluto de acuerdo, con pandemia o sin ella, suspendía el vuelo pues el viaje era de pena, a un continente que tenía por bandera la miseria, África: desierto, hambre y sed, y no de lujo por América: Harley Davidson, Coca-Cola y hamburguesa.
Existen países con mala sombra, no los quiere el viajero ni como garantía de supervivencia; por no ver de cerca la miseria que amenazaría con debilitar su conciencia, prefirió Alfredo ver el mismo infierno en una pandemia que amenazaba de muerte su existencia.
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