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Carta a un árbitro casi jubilado

29 de Mayo del 2010 - Sixto G. Fernández Porrón (La Fresneda (Siero))

Después de lidiar con dos toros bravos de la mejor casta logrando faenas de mucha altura, partidos del Madrid-Barça y final de la Copa del Rey, más otros de niveles más modestos pero también complicados, al colegiado Kike Mejuto lo retiran las normas del arbitraje español.

Lo conocí, siendo mucho más jóvenes ambos, dando consejos a colegas novatos en el uso del silbato en el campo de futbol, de categorías modestas, y ya me llamó la atención la serenidad con que los impartía. Palabras como diálogo con los jugadores, firmeza, respeto, preparación física, conocimiento reglamentario, compenetración con los auxiliares, fueron desgranándose a lo largo de su exposición de ideas, las que trataba de inculcar a los demás, amistosamente, sin poner nunca distancia de superior categoría con los interlocutores.

Cuando ya se convirtió en arbitro importante de la primera división y logró llegar a internacional, con un estatus social de cierto nivel, cuando ya podía presumir como diría un paisano en Asturias, se convirtió en un atractivo muy frecuente en cuantas situaciones de campañas solidarias se le pidió colaboración. Cantó, o hizo lo que pudo con la voz, con Los Berrones y otros muchos; se jugó los tobillos contra profesionales y aficionados en partidos de futbol sala en cuanto se le solicitaba, en los que algunos le frenaban con entradas en las que de buena gana hubiese sacado tarjeta roja, pero había que aguantar por el bien de la recaudación de lo que fuese.

Dio charlas, o conferencias, con el tono típico de una conversación entre amigos, a mayores y pequeños, dirigiéndose especialmente a los segundos para pedirles ser mejores deportistas con el esfuerzo, con el compañerismo, con la solidaridad, con la capacidad de saber perder y, muy importante, saber ganar con elegancia y reconocimiento al contrario. Insistiendo, no olvidando nunca, que detrás de un silbato de árbitro hay una persona, otra más, imprescindible en el deporte que, como cualquiera de los que juegan, se puede equivocar con un remate fuera o un penalty que no era. Las mismas recomendaciones dirigió a los padres de chicos deportistas, indicando que la educación deportiva se consigue, principalmente, en el propio hogar.

Llevó el nombre de Asturias por el mundo entero, mostrando su orgullo de asturiano, como un embajador sin acreditación diplomática pero con una efectividad enorme por su comportamiento, su personalidad y el buen hacer de su arbitraje. Y diplomáticamente, con su estilo, no tuvo ni uno mala palabra ni un mal gesto cuando, por la falta de preparación adecuada de unos compañeros auxiliares, perdió la gran oportunidad de su vida, de pitar un mundial para el que él sí estaba lo suficientemente preparado. Se quedó sin ese gran colofón, próximo ya al final de su carrera, que hubiese sido el gran espaldarazo a su profesión. Aún así, incluso alguna vez lo escuché disculparlos. Con el mismo talante soportó las críticas brutales, hasta ofensivas en lo personal, de algún medio de comunicación al que nunca le rió las gracias, sin una respuesta agria o fuera de tono

Y en las últimas declaraciones que hizo a través de la televisión, al final del partido de la Copa del Rey, hubo dos frases, dos temas que me demostraron que su carácter, su estilo, se mantiene en la retirada. En la primera destacó que al arbitraje le debía casi todo pues le había enseñado a esforzarse, a superarse, a controlar sus impulsos y emociones, a conocer gente, mucha gente, en países y culturas muy distintas; a tener que aprender idiomas, a conseguir con la mejora de la preparación unas condiciones físicas envidiables al pasar los años, a tratar con las mayores figuras del balompié mundial, tanto con jugadores como entrenadores o directivos y, todo hay que decirlo, a lograr unos ingresos que no serían fáciles de alcanzar en su profesión de empleado de Correos. En la segunda frase, la que expresó con mayor sentimiento, insistió una vez más en algo que le parece fundamental si se quiere mejorar la consideración de la labor arbitral: No se olvide nunca, en cualquier circunstancia, que detrás de un silbato hay un ser humano, que siente, que acierta, que se equivoca y que, como todo el mundo, también sufre.

Por todo lo expuesto y mucho más, por la capacidad de transmitir valores deportivos, humanos y humanitarios, por la facilidad que tiene de llegar a la gente, por la voluntad de hacerlo cuando se le pide, por el ejemplo que puede mostrar de capacidad, de superación, de internacionalidad y asturianía, de defensa de los arraigos de las Cuencas Mineras, a Kike Mejuto no le podemos permitir jubilarse, si acaso le prejubilamos del silbato pero hay que aprovechar su potencial personal y social para que no descanse demasiado.

Así lo deseamos mucha gente y te invitamos, Kike, a proyectar tu futuro teniendo en cuenta esas premisas. Que así sea.

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