Periodistas olvidados
El abogado británico Peter Benenson escribía en 1961 el artículo "The Forgotten Prisiones" (Los presos olvidados) en el periódico "The Observer". En él instaba a personas de todo el mundo a actuar para conseguir la liberación de seis reclusos a los que denominó "presos de conciencia", esto es, personas encarceladas por sus convicciones políticas, religiosas u otros motivos de conciencia, que no habían recurrido a la violencia ni propugnado su uso.
Para su sorpresa, más de un millar de lectores respondieron a su llamada a la acción, que se replicó en otros países. Quizá sin darse cuenta, Benenson había creado un tipo de activismo que daría excelentes resultados en la lucha contra la injusticia y el abuso de poder, se había creado Amnistía Internacional y todo empezó con un artículo en la prensa.
Pues bien, el 3 de mayo es el Día Mundial a la Libertad de Prensa. Un día en el que debemos poner en valor esta libertad y derecho fundamental. La prensa, el ejercicio libre del periodismo, es esencial para reclamar y disfrutar de todos los derechos, para poder denunciar, informar, expresar opiniones, para poder construir una sociedad más justa. Una libertad siempre amenazada, no lo olvidemos, como no podemos olvidar a los miles de periodistas que son perseguidos, acosados, encarcelados, asesinados por ejercer su profesión. Jamal Khashoggi descuartizado en una embajada de Arabia Saudi o Julian Assange, fundador de Wikileaks, perseguido por EE UU, son dos de los casos más llamativos. Pero hay muchos otros en Irán, México, Turquía, China, Egipto... En Marruecos, un país "cercano y amigo" está Omar Radi, periodista que ha sido detenido, encarcelado y condenado a cuatro meses de prisión con suspensión de la pena y a una multa de 500 dirhams (unos 52 euros) por la publicación de un comentario en redes sociales. Omar Radi ha criticado abiertamente la represión contra los defensores y defensoras de los derechos humanos en Marruecos y ha llamado la atención sobre el trato indigno que se dispensa a periodistas y disidentes en el país. En abril de 2019 publicó un tuit sobre el juicio injusto de un grupo de activistas igualmente críticos, y ahora se le castiga por ello. Aunque la sentencia no implica que Radi deba cumplir la condena de prisión, jamás debería haber sido juzgado ni condenado por la expresión pacífica de opiniones en las redes sociales. Esta sentencia refuerza el mensaje de que quienquiera que defienda los derechos humanos será castigado.
La libertad de prensa es un derecho fundamental. Es esencial para reclamar y disfrutar de todos y cada uno de los derechos que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No debemos permitir esta situación. No nos podemos callar, por eso escribo este artículo, hago uso de esta libertad. Hemos de luchar contra el empeño de los estados en amordazar los medios y las redes sociales, hemos de luchar por nuestros periodistas olvidados. ¡Viva la libertad de prensa!
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