¿Ambición descompensada?
No es malo el dinero, es la ambición la que crea dudas en torno a él. No existe maldad en quien su nivel de ambición supera lo normal, como mucho, algo de enfermedad y muchas ganas de disfrutar; la solución está, posiblemente, en la fuerza de voluntad, antídoto natural que, si no está en tu ADN, tendrás que buscarlo en la consulta del doctor si no quieres encontrarte, de repente y sin aviso, en Alcatraz. Vigilemos, pues, nuestros niveles de ambición en sangre con regularidad, aumentan en silencio y solo necesitan dinero fácil para tornar en obsesión, provocando dudas existenciales en quien ha estado en contacto con el alto nivel de vida del paciente, observando muy poco tajo para tanto parné. En conclusión, una ambición controlada le fortalece, señor, la voluntad, si bien, descontrolada, te conduce, tío, irremediablemente, a pérdida progresiva de la razón por obsesión de buscar entre mucho para encontrar lo que siempre sabe a poco, con la recurrente manía de despistar la inocencia del incauto con la mano derecha mientras la ambición de la izquierda le saca la cartera de en medio, lo cual provoca en el paciente pánico a la benemérita que puede desembocar en shock policial y desenlace penal.
Por consiguiente, quedémonos con que de los fracasos también se aprende, al menos, lo que hay que evitar si quieres triunfar, pero de amasar fortuna que necesita para lucir de aseo personal solo aprenderás a lavar y robar.
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