Asombrado y preocupado
Está demostrado que el pueblo español se crece ante las dificultades –vencimos y doblegamos a Napoleón–, y día a día está demostrando, con su compromiso y civismo ante el virus, que supera, en mucho, a sus dirigentes o representantes. Llevamos casi cincuenta días confinados, secuestrados, aislados de vecinos, amigos y familiares y hemos sabido mantener el tipo, no desesperarnos, aunar esfuerzos y hacer frente al invisible y voraz “coronavirus”. Testimonios de solidaridad y ayuda se producen a diario e incluso con el riesgo de sus propias vidas (sanitarios, fuerzas de orden público, transportistas, reponedores de grandes superficies, en fin, lo que se ha dado en llamar trabajadores esenciales que nos permiten a los demás subsistir y vivir en esta apática y desesperante retaguardia). En este contexto de dolor e incertidumbre hay que cuidar todos los flancos y uno de ellos es mantener el ánimo, desdramatizar en la medida que se pueda, impulsar la esperanza, la moral de combate que nos lleve al triunfo; de esta saldremos y con la victoria en la mano.
Desde que casi estamos confinados, a las 20.00 horas, con la vana e imposible pretensión de agradecer lo que sabemos que es imposible –no hay precio que compense una vida humana–, salimos a ventanas y balcones para intentar reconocer tanto esfuerzo y riesgo con persistentes aplausos. Después, para intentar sobrellevar una situación tan inesperada y frustrante, en algunas calles como la mía, tenemos el privilegio de escuchar música –por aquello de que la música tranquiliza, amansa, relaja– de lo más variada, que se inicia con el ya clásico y emblemático “Resistiré” del "Dúo Dinámico” y concluye con la conocida canción de “Calma” de Pedro Capó, y por el medio, paralelo a lo que sería una vida normal, se celebraron los Huevos Pintos, la Semana Santa, la Feria de Abril de Sevilla con canciones asturianas, Melendi, Víctor Manuel, saetas y sevillanas... Mientras escribo estas letras resuena en mi subconsciente el “Necesito respirar” de “Medina Azahara", que puede reflejar bien la situación que se vive… Hubo momentos en que por las nueve rayas blancas horizontales del paso de cebra de mi calle pasaban los "Beatles" con sus trajes blancos, las prisas de las ambulancias o la serenidad suntuosa de las funerarias… A lo largo de esos días han sido muchas las muestras de asombro que han calado en mi cabeza y ante las cuales uno no tiene más que arrodillarse y quitarse el sombrero (voluntarios de Cáritas, de Cruz Roja, de Banco de Alimentos y a tantos colectivos o personas anónimas…), y sabe que la palabra asombro se queda corta. En un momento tan delicado como éste donde la pandemia azota a todos y especialmente a los mayores, quiero expresar mi gratitud asombrada a todo el personal de la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, de Pola de Siero, que no tengo la menor duda de que ponen lo mejor de sí mismas, ellas mismas, para superar las difíciles e imprevistas situaciones que se presentan. A todos, repito: ¡Muchas gracias!
De todo lo dicho se deduce que con estos mimbres se puede hacer y se hace un buen cesto, con estos mimbres no hay que temer al futuro; pero, no obstante, a raíz de lo que uno ve y escucha le asaltan preocupaciones que me evocan la conocida frase del Cid de: "¡Qué buen vasallo, si hubiere buen señor…".
Me preocupa que no se respete la ley, la que nos hemos dado entre todos; que se critiquen las resoluciones judiciales cuando nos son desfavorables, por más argumentos y hechos que la demuestren. Que no se diga la verdad, que se oculte información y que la que se nos dé no esté contrastada o incluso, mucho peor, manipulada. Decían los clásicos que tenemos dos orejas para oír y una lengua para hablar, y que para decir vaguedades o trivialidades que atentan contra la inteligencia humana es preferible callarse. Hay muchos ejemplos, pero voy a centrarme en uno. No hace mucho la titular de Educación decía que la suspensión de las clases no tendría ninguna consecuencia negativa para nuestros hijos .¿Alguien se lo puede creer? No sería más útil reconocer la realidad de los hechos, y que el sanguinario virus les impide mejorar sus destrezas y conocimientos, y que la prioridad es conservar el pellejo. Me preocupa que se obligue a los empresarios a pagar salarios sin haberlos trabajado y que se vea en la nacionalización de la economía la única solución a nuestros problemas, experiencias tenemos recientes y no muy lejos: Rusia… Me preocupa que se tomen medidas sin consensuarlas o negociarles y a veces, quizás con poco fundamentación, de ahí las contradicciones o inseguridad de algunas de ellas… Me preocupa que el sentido común no presida la vida española y eso que la política es o debe ser el arte de hacer posible lo posible. Todos sabemos en qué mundo estamos y cuál es nuestro margen de maniobra. No pidamos lo imposible, hagamos lo posible. Me preocupa que ante una trágica realidad de más de 24.000 muertos prime más la publicidad subliminal que la política real, que no se declare duelo nacional y que el presidente no visite el IFEMA, epicentro del dolor. Por último me preocupa la imagen que pueda percibir Europa de nosotros, por muchas razones, pero entre ellas, la más importante, que sin ella nuestra salvación o solución es casi imposible. Nosotros no tenemos dinero.
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