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Y se fue en silencio

4 de Mayo del 2020 - Patricia Olalla (Oviedo)

En el día 51 de confinamiento por el covid-19, como todos los días, Jorge bajó la basura y subió la noticia. Manolo ha fallecido.

Vinimos a vivir a este nuevo edificio cuando Jorge tenía dos años, y de eso hace ya 19!. Es un edificio relativamente pequeño, de solo 16 vecinos. Sería lógico que todos nos conociésemos bien o tuviésemos una relación cercana. Pero no es así. Unos somos propietarios y llevamos aquí desde que se construyó, pero nuestras vidas giran a ritmos y horarios diferentes y nos limitamos a saludarnos cordialmente, tener alguna conversación banal de ascensor y conocer algunos (sólo algunos) nombres. Otros pisos están alquilados y los inquilinos vienen y van.

Manolo era nuestro vecino de puerta. Cuando todos llegamos al edificio, él vivía con su esposa Beatriz y su perro. Al cabo de unos años Beatriz murió. Manolo ya era mayor y llevaban toda una vida juntos. Aunque su situación le permitió vivir siempre bien atendido, sus hijos no vivían con él y yo siempre tuve la sensación de que se sentía solo. Le veía sacar a pasear a "Bobby", que era tan mayor como él, e intercambiábamos algunas palabras. Hace un tiempo "Bobby" también se murió y dejé de verlo pasear. No era un hombre risueño o especialmente simpático sino más bien seco, pero me inspiraba cariño. Le gustaba escuchar discos de música clásica. Muchas tardes los oía desde mi salón. En más de una ocasión le comenté a mi marido que creía que Manolo debía de sentirse solo, que podíamos decirle si quería pasar a tomar un café y charlar un rato con nosotros, o a brindar con una copa de champán en las Navidades. Pero se hacía raro porque hoy en día ya nadie hace esas cosas. Y no lo hice. Y hoy, al recibir la noticia, me impactó. Y me arrepentí de no haber hecho lo que me pedía el cuerpo aun a riesgo de que me dijese que no o de que pudiese parecer raro. No tengo ninguna duda de que, a pesar de la situación de cuarentena, moriría sintiendo el calor de sus hijos y nietos y de que estaría bien atendido por sus cuidadoras y enfermeras hasta el último minuto. Pero siento pena.

Y esto me hace pararme a pensar si no deberíamos darle una vuelta a todo y aprovechar este tiempo para poner en orden nuestras prioridades y cuidar esos pequeños detalles que, al final, son los que van llenando nuestra vida antes de que todo vuelva "a la normalidad" y la rueda de hámster en la que vivimos vuelva a girar tan deprisa que no nos dé tiempo a pararnos y valorar.

Hoy, aunque no sea contigo, mi brindis va por ti Manolo. DEP.

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