Sufrir amando
La vida estaba organizada: después del aceite de hígado de bacalao, cucharada de azúcar. Después del dolor, el gusto. Era la ley de la compensación. Apagar el dolor con el placer. Así funcionaban las cosas, así funcionaron muchas veces, muchos años.
La experiencia amarga del coronavirus nos ha dado una lección insuperable: el antídoto del dolor no es el placer, sino el amor, el servicio desinteresado.
El amor lo puede todo, lo llena todo, le da sentido a todo. Sin amor sólo queda el vacío, la insatisfacción. Estamos aprendiendo el camino del amor por la senda de la donación, del darse.
La música de la “cara B” es la generosidad. La gente, mucha gente que hace recados, que fabrica mascarillas, que llama por teléfono a esa persona que vive sola, está descubriendo que el yo sirve para poco. Que lo que llena es el tú, la entrega a los demás.
Y si además hay un motivo trascendente, espiritual, ya tenemos la “cara A”: el disco completo.
Aprendamos a sufrir, amando.
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