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¿Salud del trabajador o beneficio económico?

4 de Junio del 2010 - Eva López Fidalgo (Avilés)

El pasado 25 de enero, mi madre, empleada de Correos, sufrió un accidente laboral mientras se disponía a realizar el reparto diario de cartas.

Como consecuencia del mismo se fracturó las dos muñecas. Gracias a la amabilidad de una vecina consiguió dar aviso y fue trasladada al Hospital San Agustín, donde, tras esperar varias horas, le diagnostican que tiene las dos fracturadas y que ha sufrido un golpe importante en la cabeza. Después de comunicárselo se las inmovilizan, quedando, por tanto, imposibilitada durante 45 días.

A partir de ese momento se tuvo que trasladar a la mutua de la empresa (La Fraternidad), para que realizara el papeleo de manera que el coste del accidente no recayera en su persona, como así había solicitado el Hospital San Agustín. Queda entonces claro que el control y la gestión del accidente dependían de la mutua.

Pasados esos 45 días, durante los cuales visitó en Oviedo al traumatólogo para que siguiera la evolución de la lesión, se le retiran las escayolas y empieza una semana después, el día 17 de marzo, la rehabilitación.

Es en ese momento cuando se da cuenta de que ahí empieza la verdadera recuperación, ya que su trabajo no es sólo reparto manual de cartas sino que tiene un recorrido diario de 56 kilómetros en entornos rurales.

Desde el pasado 17 de marzo, fecha en que comienza a asistir a sesiones de fisioterapia, asiste cada quince días a la revisión del traumatólogo en Oviedo. En cada visita simplemente le comenta que va bien pero que aún no tiene completa movilidad. De ahí que los ejercicios propuestos por el fisioterapeuta van encaminados a lograr flexibilidad y movilidad, pero en ningún momento a lograr la fuerza, ya que el médico dice que ésta vendrá después.

Cuál es su sorpresa cuando, el pasado 12 de mayo, en la última visita al traumatólogo, éste le comunica que ya está perfectamente para trabajar y que tiene que empezar ya al día siguiente, jueves.

Ante esto ella responde que cómo va a empezar si no ha cogido el coche en todo este tiempo (algo indispensable en su trabajo). La respuesta del médico es que estaba bien y que podía coger el coche, que lo que tenía era miedo y que eso se quitaba. «¿Y si tengo dolor y no aguanto?», preguntó ella. De nuevo su respuesta fue tajante: «Tomas Nolotil».

Se quedó estupefacta sin poder creer lo que estaba pasando. Tras reiterarle que en 27 años de profesión nunca había estado de baja, que no había roto una sino las dos, que aún tenía dolores y que no se veía con fuerzas para coger el coche al día siguiente, él insiste y le da el alta sin más, olvidándose incluso de la rehabilitación.

Sin entrar a valorar la actuación del médico de la mutua, lo más lógico sería que, en la visita previa, le hubiera advertido de que a la siguiente semana le iba a dar el alta o, al menos, tener la delicadeza de que empezara el lunes y así pudiera coger esos días el coche.

Al día siguiente, jueves, tuvo que incorporarse al trabajo, no exenta de dolores pero sacando fuerzas para aguantar porque si algo nos demostró desde el principio fue su esfuerzo, a pesar de todo lo que estaba pasando.

Se puso en contacto con el Sindicato de Trabajadores al que pertenece, para ponerles al tanto de lo sucedido. Le responden que no es el único caso y que no hay nada que hacer. En Recursos Humanos de Correos añaden que depende de la mutua, así que finalmente decide volver allí. Le atienden y le reconocen que no es normal dar el alta de un día para otro. Le ofrecen volver a rehabilitación y que si no aguanta que puede volver a que la mire el mismo médico de nuevo. Pero el daño ya estaba hecho.

En ningún momento se pedía alargar la baja más de lo necesario. Simplemente merecía un trato con un poco más de delicadeza y, al menos, que la avisara con un tiempo prudencial y no de un día para otro, puesto que bastante sufrimiento había pasado ya.

La conclusión a la que llego con todo esto es que pagan justos por pecadores, que sólo vale quejarse hasta el extremo (cosa que ella no hizo en ningún momento aunque bastantes motivos tenía), que priman los intereses económicos y que no se encuentra defensa alguna puesto que el único consuelo es escuchar que no eres la única.

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