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El cariñena sana la peste

5 de Mayo del 2020 - Antonio Parra (CUIDERU)

A Gracián siempre se vuelve. Es un clásico ejemplo de jesuita ambivalente que miraba al cielo pero tenía un ojo en el suelo siempre (torcía la vista). Demostró ser un lince a pesar del defecto óptico. Los bisojos con un ojo contra el Gobierno miran y parece que no miran. Aun así lo ven todo. Este hijo de San Ignacio era un rebelde que tuvo que vérselas con el capelo (castigo) de su rector, un jesuita que no le podía tragar. En los libros de Gracián encontramos poco de la adiaforesis jesuítica indiferenciada ante las cosas que le pasan a uno en la vida: enfermedades, destierros, lisonjas y abatimientos, porque al místico que vive mirando al cielo le da lo mismo vida corta que vida larga. Renuncia a esa dicotomía de estos frailes de la Contrarreforma tan discutidos y discutibles. Y se nos muestra como un moralista del Renacimiento.

No eran los de la Compañía de Jesús frailes al uso, no cantaban en el coro, fomentaban la oración mental aborreciendo las devociones particulares que tanto gustaban al pueblo y se manifestaban como hombres de mundo.

Nacido en la antigua Bibils romana, hereda esa pasión por los autores latinos y la socarronería de los maños. Yo me imagino a Gracián escribiendo en su celda atado a la cabeza el cachirulo haciendo los elogios del vino de Cariñena que adementa y es veneno para la razón pero "sirve al pobre de consuelo".

Y debió de gustarle el traguillo a este jesuita tan poco convencional. Los párrafos barrocos de su esmerada prosa hacen pensar al lector en la euforia y las oscuridades de Baco, un dios entrelubricán, esto es mitad luz y tinieblas, que envía alternativamente rayos de euforia y de depresión a sus adoradores. Ángel y demonio. La viña es vida (vitis) pero puede en algunos casos asesinar a los que abusan del fermento de la uva. ¡Cuidado: andar con tiento!

Gracián y algunos galenos de aquella España del siglo XVII lo recomendaban contra la pestilencia.

Ya lo advierte en el "Criticón": "Debajo de una pobre capa se esconde un buen bebedor... que tras las peras vino bebas... el melón maduro pide vino puro... un trago tras la miel sabe mal pero hace bien... agua para los bueyes que el vino es manjar de reyes... purga el vientre y limpia el diente... apaga la sed y concilia el sueño. Pero al agua como buey y al vino como rey. No os emborrachéis."

Son interesantes las observaciones que apunta el bilbilitano sobre los efectos terapéuticos de la enología.

Hubo peste en Zaragoza en 1622 y los físicos curaban las tercianas administrando a los contaminados con un jarro de caldo de Cariñena, a veces un garrafón. Sería dulce el morir de una borrachera (ni te enteras), si el antídoto del morapio no surtía efecto, pero en caso positivo todo se curaría tras una buena resaca. "El vino en España es merced. En Francia señoría. En Flandes excelencia. En Francia alteza y en Inglaterra majestad". La cerveza, concluye, es bebida de herejes. La sangre de Cristo eucarístico, sin embargo, no es solo buena para la salud sino que también sana la peste. Cuánto me gustó enfrascarme en los libros del aragonés, me hacen pensar.

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