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Pondré mi arco iris en las nubes del cielo, entre mí y la humanidad (I)

9 de Mayo del 2020 - Agustín Hevia Ballina

En cuestión de catástrofes universales podemos enumerar guerras, pestes, pestilencias, pestes bubónicas, cóleras, cóleras morbos, gripes epidémicas, plagas, inundaciones, hambrunas y hambres. Calamidades varias, desastres, infortunios, hecatombes, incendios, atentados, epidemias y, por si fuera poco, la actual pandemia que vivimos toda la Humanidad.

Cuando uno se encuentra con alguna de esas palabras aisladas y desconectadas, le parece que pueden atenuarse sus semánticas de terribilidad, de dolor compartido, si quedan lejos en la geografía. Si son vivencias de otros ámbitos, parece que generan dolor más llevadero.

Muy diferente viene a ser, cuando están apuntando a aconteceres que te tocan muy de cerca o cuando se enfocan a desgracias universales de la Humanidad, a desastres colectivos, a calamidades e infortunios, a daños y efectos comunitarios, a dolencias generales o a ruinas que afectan a colectividades, que contigo, en una forma u otra, se hallan vinculadas.

Sumario: Lecturas a propósito de epidemias y pandemias en estos tiempos de confinamiento

Destacado: Muchas cosas estuve repetidamente tentado, en estos días, a escribir sobre alguna de esas palabras que difícilmente puedes leerlas sin que te aboquen a situaciones de pesimismo irremediable

Muchas cosas estuve repetidamente tentado, en estos días de confinamiento, a escribir sobre alguna de esas palabras, que difícilmente puedes leerlas sin que te aboquen a situaciones de pesimismo irremediable. Por eso, huyendo de todo pesimismo y buscando, a pesar de todo, un optimismo lo más cumplido posible, me entregué a lecturas, más bien por curiosidad científica, sobre una de esas palabras, que te taladran alma y corazón, el término “peste”, que también podrías considerar como “pestilencia” o “epidemia” o el tan traído y llevado “pandemia”, que presenta facetas tan similares a aquellas.

Sobre la peste alguna cosa he ya escrito, cuando di a conocer dos pasajes que me orientaron sobre los efectos de la peste de 1598 en algunas localidades de nuestra Asturias: San Martín de Moreda, en Aller; San Martín del Valledor, en Alinde; San Julián de Porrúa, en Llanes, y San Pedro de Villanueva, en Cangas de Onís. Los estragos de la famosa peste dejaron 242 defunciones en Moreda y 111 en Valledor. De las otras feligresías solamente tengo el dato del voto de dedicarle una capilla a San Sebastián en las Rozas de Villanueva para prevenir de la peste a los devotos, y de una familia que bautiza un niño en Porrúa, hallándose en esta parroquia por estar huyendo de la peste cuyos efectos se hacían ya sentir en Llanes.

Mucho he leído en estos días sobre la peste y otras calamidades de carácter universal: he releído por el Libro del Éxodo sobre las plagas de Egipto. He leído también por Flavio Josefo los efectos de la peste en Jerusalén, durante el asedio y la caída de la ciudad en poder de las tropas de Tito y Vespasiano. Otra narración clásica sobre los efectos de la peste es la que nos ofrece Tito Lucrecio Caro en el Libro VII de su “De rerum natura” sobre la “Peste de Atenas", que en parecidos términos refiere el historiador Tucídides, también en su libro VII; sobre la “Peste Florentina” he leído lo que refiere el “Decamerón” de Boccaccio. También tuve a la mano una dramática narración de la Peste de Milán, escrita por Manzoni, en "Los novios", quien a pesar de su crudeza concluye de forma positiva y optimista para los protagonistas. Finalmente, espero poder leer el “Diario de la Peste de Londres”, escrito con el mayor dramatismo por Daniel Defoe. Recordé también “La peste” de Albert Camus, leída en otro momento, leí cosas sobre la peste bubónica del siglo XIV y, sobre todo, la cumplida reseña que, días pasados, ha escrito en LNE, con gran maestría y dominio, don Javier Fernández Conde. Sobre el cólera morbos, en Villaviciosa, alguna cosa he escrito en los Porfolios de las fiestas del Portal. Releí el libro “Peste y supervivencia en Oviedo (1598-1599)”, del que su autor, José Manuel Fernández Álvarez, hizo grato comentario en LNE. Conocí de las epidemias de cólera del siglo XIX a través del libro de Luis Vicente Sánchez Fernández titulado “Cólera morbo asiático en Asturias”. Podría mencionarse también como epidemia de alta mortalidad la de gripe de 1918.

En el momento presente, la humanidad está sumida en horrible pandemia de unas consecuencias de letalidad inimaginables, pero que es preciso afrontarla con el optimismo de la esperanza, para cuya superación nos ponemos en las manos de Dios. Y nos sumergimos en la confianza en su Divina Providencia. En una entrega que seguirá a la presente, desarrollaré cauces para la esperanza, como si Yahvé Dios pusiera su arco iris esperanzador en medio de nosotros como el gran signo de que recuperaremos la amistad de Dios.

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