Hay virus y virus, vacunas y vacunas
¿Qué más se puede decir? Si se hubiera tratado de un terremoto, las víctimas ya estarían todas en el hospital o en el cementerio, las labores de socorro estarían dando paso a la fase de reconstrucción, los afectados, atendidos de un modo personalizado, profesional y voluntario; el sol estaría bañando sin sombras de dudas la tierra y los corazones, pero este terremoto humano es otro tipo de drama, uno que no sabemos ni cómo, ni cuándo, ni por qué ha surgido, ni tampoco si se acabará... Para estas situaciones el ser humano no tiene muchos recursos y por eso está a merced de quien tenga que tomar las decisiones, buenas o malas.
Otra cosa es la fuerza que cada cual lleva en su mente y en su corazón, la fuerza que sostiene su voluntad, eso es lo que llamamos: la fuerza del espíritu. Cada cual buscará en la biblioteca, en el almacén, en el trastero de su propia alma, el recurso con el que fortalecer esa voluntad. Si la voluntad es tan sencilla como la propia supervivencia, puede seguir durmiendo con mascarilla, si es más complicada, si es de las que se preocupan porque queden en pie los fundamentos de una humanidad libre pero justa, herida pero un poco más sabia, humilde pero exigente en el orden que debe protegernos, pues entonces hay que potenciar el valor de ese orden.
Yo no veo ningún orden en que se sostenga legalmente a los ocupas y además con sueldo. No creo que en esta debilidad sea bueno ampliar el efecto llamada a no sabemos quién, también con sueldo. ¿No se debería asentar primero la seguridad, para que dé cobertura, protección, de toda clase de virus?, si no es así, seremos víctimas de un virus que crece porque no se ataja con vacunas eficaces: crimen, abuso, violencia... un virus que puede acabar con el ansiado futuro en justicia y paz. ¿Qué virus ha segado más de cien mil vidas abortadas cada año en España y más de veinticinco millones al año en el mundo? De eso no se habla.
Yo espero que se acaben todos los virus en la Tierra antes de que la Tierra esté en peligro. La Tierra prevalecerá, lo sé, porque es la obra de un Creador Poderoso, pero... ¿quién la habitará?: “Porque los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella” (Proverbios 2:21). Habría que estar trabajando ya para enseñar, inculcar, entrenar, y hacer valer la rectitud y la exención de culpa.
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