Ahora y de ahora en adelante
Ahora que parece que la flexibilización del confinamiento es patente, es tiempo de aburrirnos.
Ahora que disponemos de concesiones para transitar por las calles, para probar de nuevo los matices cotidianos de la realidad frenética que comenzaba a desdibujarse; ahora, es momento de frenar la máquina. De sopesar quiénes somos, de observarnos; no desde una visión egocéntrica, pero sí comunitaria.
Ahora que nos aproximamos al espejismo de la “nueva normalidad”, es momento de replantearnos si el ritmo vital que promueven las sociedades occidentales es sostenible.
Ahora es tiempo de dotar de valor nuestra salud mental, de celebrar la libertad en los pequeños gestos que nos han sido privados.
Ahora es momento de ostentar la responsabilidad común que hemos predicado durante los momentos de angustia.
Ahora que nos acercamos, progresivamente, a la normalización, es hora de poner de manifiesto que la infinitud de benévolos deseos expresados durante el pico de la crisis son honestos y fervientes.
Ahora, es momento de aceptar que la pandemia nos ha dejado en evidencia: a los gobiernos y a los ciudadanos.
Ahora es momento de acercarnos a la pena y a la miseria más cercanas, pues solo así comprendemos que son, también, parte del oficio de vivir.
Sigamos haciéndonos compañía, sigamos cuidándonos, tocándonos y escuchándonos; ahora, y de ahora en adelante. Tengámoslo presente: ni el dinero ni el poder nos han salvado. El amor, tal vez sí.
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