Eximente natural
Un mundo que se vanagloria de sus valores y fomenta el espíritu de estudio para progresar y llegar a ser alguien, de trabajo sin descanso para un ascenso sin fin, a la hora de la verdad, degenera en corrupción ante la primera tentación que el destino pone en su camino. Queremos llevarnos bien pero hacemos mucho por llevarnos mal, solo así se explica que si ya tenemos mil y solo necesitábamos cien no paramos hasta tener dos mil, ignorando a quien tiene diez y solo necesita cincuenta más para vivir con dignidad. Aun así, podemos alegar como atenuante en nuestra defensa que venimos al mundo con sentido para discernir pero con una ambición descompensada que nos libera de la desidia al tiempo que nos condena a retenerla si no queremos caer en la tentación de usarla sin control y acabar mal.
Si absurdo es construir un deportivo con 600 CV sin haber construido antes un circuito donde probar su potencia y ver en cada curva la luz al final del túnel que te acerca a 300 al más allá, igual de absurdo sería nacer con una ambición desmedida y no haber construido después un mundo donde poder desfasar más allá de la normalidad. Tenemos ya ese mundo pero, también, somos ya cómplices de su injusticia social.
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