Pájaros de mal agüero
Cuando nadie lo esperaba, nos encontramos con un virus muy contagioso que coge a todos los países de Europa desprevenidos y se ceba con saña con las personas mayores. Una catástrofe que afectó por igual a gobiernos con experiencia como Alemania y a gobiernos recién nombrados como España.
Las medidas más urgentes adoptadas en todos los países fueron similares, confinamientos en mayor o menor grado para frenar los contagios y no colapsar el sistema de salud para poder dar respuesta a los infectados, lo que supuso una fuerte presión sobre el personal sanitario, en primer lugar, y en menor medida en la ciudadanía resignada al confinamiento.
Ante esta pandemia, muchos no han estado a la altura de las circunstancias, y no solo porque no hayan querido colaborar con el Gobierno, sino por los ataques permanentes a miembros del Gobierno y del comité de asesores, no dudando en pretender influir en los ciudadanos para torpedear las actitudes de todos los que salen a los balcones a las ocho de la tarde a aplaudir a sanitarios, fuerzas de seguridad y trabajadores esenciales. Y lo que es más vergonzante, pedir la sustitución de los aplausos por caceroladas contra el Gobierno. Estos mismos establecen además una estrategia de divulgar bulos que parecen disculpar periodistas de columna diaria, como Luis M. Alonso, que en su columna “Sol y Sombra”, un día sí y otro también, repite falsedades para ver si por mucho repetirlas los lectores se las creen; y no conforme con esto, blanquea a los creadores de bulos, con el falso argumento de libertad de prensa, afirmando que es un deseo del Gobierno controlar de la libertad de expresión.
Así que, además de virus, tenemos que soportar los graznidos de unos pájaros de mal agüero que no hacen otra cosa que revolotear alrededor del basurero informativo para buscar la manera de derribar un Gobierno por métodos planfletarios no democráticos.
El citado articulista, alardeando de la “necesidad de una información veraz y objetiva” para combatir los rumores, parece presumir de lo que él no practica, al atacar al Gobierno con el manido tema de las mascarillas y los tests defectuosos, que califica de estafa y de extrema gravedad, y afirmando que no ha trascendido que haya ocurrido en otros países. Hace semanas que es de información pública y publicada que una estafa como la española la han sufrido en la misma medida países como Alemania, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Croacia, Turquía, etcétera, así como alguna de nuestras comunidades autónomas con competencias en materia de sanidad y de residencias.
Ocurre lo mismo cuando acusa el Presidente de escudarse en los recortes que ha sufrido la sanidad desde 2008, para defender su gestión y pone como “ejemplo de gestión eficaz a Grecia, a pesar de ser el país europeo donde se recortó más”. Vuelve a recurrir a información inexacta, pues si consultase datos independientes vería que en 2001 España disponía de 3,6 camas hospitalarias por mil habitantes y Grecia de 4,8. Y en 2017 España bajó el número a 3, mientras en Grecia la bajada fue a 4,2, sin hablar de otros indicadores como el gasto sanitario que no avalarían su información.
Como dicen en mi pueblo, “a la bajamar todo aparecerá”, y en su momento se podrán analizar los resultados de esta pandemia con rigor, para que otra pandemia nos coja blindados y los pájaros de mal agüero se vayan a otros vertederos y dejemos de oír tanto graznido.
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