De padres, hijos y guerras innecesarias
Datos de varias entidades, entre ellas el FMI, señalan que la economía española no ha sufrido tal golpe desde la Guerra Civil. Todo ello después de apenas diez años desde el último derrumbe financiero. Está claro que los jóvenes nos angustiamos de vicio. ¿Qué son dos recesiones económicas si no hemos vivido ni una sola guerra? No como la generación de nuestros padres, ¿verdad? Sarcasmo aparte, es evidente que todos nos vemos tocados en los malos momentos. Que se lo pregunten a nuestros abuelos. Los que no vivieron una guerra, sin duda tuvieron que enfrentarse a sus consecuencias. Después de la crisis del ladrillo, el dinero de su pensión salvó a muchos de sus familiares de la pobreza. Y ahora que la generación de sus hijos ha llegado al poder, vuelven a estar en el punto de mira.
El mundo en el que nacieron nuestros padres era duro, pero después del esfuerzo solía venir la recompensa. Las condiciones de vida que entonces se daban por sentadas hoy son una lotería. Después de esta pandemia, padres e hijos tendremos ocasión de entendernos mejor que nunca. Los primeros porque si han perdido su empleo, verán cómo los elevados costes de contratación los dejan fuera del mercado laboral -si no lo estaban ya-. Los segundos porque nos habremos quedado otra vez en el limbo.
Todo reproche intergeneracional está fuera de lugar. Deberíamos apostar por la empatía y la solidaridad. Todos sin excepción debemos enfrentarnos a los retos que nos plantea el espíritu de la época.
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