Lo de Évole
Ayer noche, asistí, como hipnotizado, a la entrevista que, en su último programa de la temporada, le realizó el periodista Jordi Évole a Marcial Dorado, condenado por narcotráfico y al que la izquierda, política y mediática, trata desde hace años de relacionar en el peor de los sentidos con el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Este capítulo estaba programado para ser emitido en plena campaña electoral gallega, con la finalidad de perjudicar, en la medida de lo posible, la campaña de Feijóo. Sin embargo, no contaban con que la tremenda pandemia que nos asuela iba dar al traste con sus cálculos oportunistas, y, al suspenderse la campaña, también suspendieron su emisión, pero una vez terminada la temporada de este programa, no les quedó más remedio que emitirlo el domingo 10 de mayo, una fecha políticamente inocua. Lo cierto es que bien podían haberlo emitido en plena campaña electoral, porque los patéticos intentos de Évole por tirarle de la lengua a Marcial Dorado resultaron infructuosos. Lo más lejos que fue Dorado en sus afirmaciones fue en confirmar una amistad de la que Feijoo, como Pedro a Jesús, negó, espantado por las actividades ilícitas que se destaparon alrededor de Marcial Dorado. A más a más, como dicen los catalanes, Dorado denunció visitas, tanto de personas cercanas al PP como al PSOE para ofrecerle trato de favor judicial a cambio de poner en marcha el ventilador con una buena carga de inmundicia verdadera o falsa, eso da igual, en su recámara. Dejando de lado la credibilidad que, en general, merece Marcial Dorado, arquetipo de contrabandista de tabaco gallego de toda la vida que un día cambia del tabaco a los polvos blancos, resulta lamentable cómo un medio de comunicación y un periodista en particular puedan estar tan descaradamente al servicio de la izquierda, gobierne o no, y persistan a lo largo de los años en tratar de dañar la imagen pública de una persona, aunque sea a costa de utilizar a delincuentes, aunque, como ya hemos apuntado más arriba, sin éxito alguno. En España, y más después de esta desgracia que nos ha caído, tenemos muchos, muchísimos problemas que deberemos ir resolviendo, pero desde luego, uno de los más importantes es el sectarismo en el gremio periodístico. En España, sobre todo en los medios audiovisuales, pero también en la prensa escrita, la parcialidad es extrema, ensalzándose siempre a los mismos, y tratando e enfangar también a los mismos, y todo eso permea en aquellos que consumen la información que emiten esos medios, creando un ambiente de confrontación que día a día va creciendo, en un país en el que, a poco que echemos un vistazo a su historia, este tipo de confrontaciones suelen acabar de muy mala manera. El mundo está cambiando, en aspectos cruciales, obviamente, para peor, y lo que hace pocos años era impensable, ahora es posible. Cualquier cosa puede pasar, y los medios de comunicación tienen la obligación de ser objetivos, rigurosos e independientes. En esto sí que nos va la vida.
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