De vuelta a la normalidad
Esta semana muchos hemos vuelto a nuestros puestos de trabajo; hacía 51 días que no cogía el transporte público, que no salía de mi humilde barrio, y la sensación ha sido de pena, pena por no ver la verdadera normalidad.
Esa normalidad que odiaba las aglomeraciones, que las personas no respetaran mi espacio vital en los lugares públicos, no encontrar un asiento en el metro porque estaba todo ocupado, y ahora no hay nadie, somos cuatro, mantenemos la distancia de seguridad, vamos con guantes, mascarillas y me da pena, pena en lo que estamos viviendo, en lo que nos hemos convertido, el ver cómo un virus ha cambiado nuestras vidas. Hace dos meses y medio que no veo a mis compañeras de trabajo, mis amigas; ahora con la vuelta al trabajo tampoco las veo, porque no nos permiten estar el equipo al completo, nos han separado en grupos diferentes, y no sé cuándo podré volver a verlas... una normalidad llena de ambigüedades, de inestabilidad.
Ni en mi casa, ni el trabajo, ni en el transporte público, ni en ningún lugar veo esa normalidad que echo tanto de menos.
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