Médicos, hojas parroquiales y falsear de la vida
Si fuéramos todos educados, correctos, respetuosos, cumplidores... no harían falta críticas, denuncias y complicarse la vida nadie.
Siempre me lo dice mi mujer: ¿por qué has de complicarte la vida? Tienes de casi todo para ser feliz. Lo soy; tengo una familia adorable, tres hijos, cinco nietos, sobrinos que son hijos, una mujer espléndida, amigos a repartir, de los buenos; dentro de la edad y los problemas de casi todos, tengo estabilidad económica y un sentido de la vida sin miedos ni tapujos. ¿Qué mas puedo pedir? Tengo la mente serena y tranquila.
Pues sí, no para mí, para otros y para con los caraduras, que está plagado el mundo. Siempre fui así, comprometido con el entorno y las gentes, qué se le va hacer. Sé que estaría mejor sin meterme en problemas, pero eso no sería honrar la vida. Así ocurre con la prensa, se vuelven hojas parroquiales, no quieren críticas, no quieren fiscalizar el poder, eso les traería problemas de todo tipo. Vemos los artículos, muchos sabemos que están sustentados por grandes profesionales (podría nombrar periodistas de este medio, pero eso llevaría implícito caramelo del bueno, tampoco de otros medios porque no estaría bien, que siempre están a la vanguardia de la noticia y de la investigación, siempre poniendo ese otro lado oscuro que todos quieren ocultar), pero cada día vemos más opiniones apuntándose a la moda, a lo que se lleva, a no meterse en problemas. Vemos cartas al director donde los mismos que se dedican a contar historias pasadas, agradecer e idolatrar sin medida, cuando alguien (es cierto, sé que me paso muchas veces, que debiera hacer entender a la gente que además de ignorante soy feliz, pero parece que no, porque siempre hago de abogado del diablo) hace crítica, le replican los mansos, los limpiasolapas, para tratar de callarle. Me di de baja en Twitter, y me daré de baja en todos estos foros que tienen a bien ofrecer estos medios de comunicación, creo que me dedicaré a ser feliz. No sé si lo mantendré, pero ya está bien de ser copartícipe en falsear la vida y de consentir esta sociedad tan podrida, egoísta e insolidaria.
He denunciado desde hace más de quince años las residencias de ancianos, ese abandono, esa falta de inspecciones, esos cementerios vivientes, así los llamaba, donde se permitió y se seguirá permitiendo (si no, al tiempo) el negocio con la vida de los que deberíamos defender a capa y espada. Nos dieron la vida, nos dejaron un país repleto y completo. Ellos pasaron necesidades, penurias, luchas por libertades y democracia, crisis, pandemias y algunos hasta guerras, para ahora ser tratados de la forma que vemos y seguiremos viendo. ¿Solo yo visitaba esas residencias? La mayoría callaba, veía a sus abuelos y padres arrinconados, tristes, y se iban para casa tan tranquilos. Algunas incluso me replicaron con insultos, ¿recuerda, verdad, que estaba su mamá mejor en esa residencia que en casa con usted y sus nietos?
He denunciado la dejadez en nuestra sanidad pública, desde hace también años: esas listas de espera, esa huelga que fue cruel y estamos pagando las consecuencias; he denunciado al gobierno de Rajoy por restar presupuesto, medios y personal, lo hice cuando a ustedes les faltaron medios para desarrollar su trabajo, pero cuando estoy en contra de esos aplausos diarios, de esas multitudes de sanitarios y policías aplaudiéndose mutuamente, sin guardar las distancias y normas que exigen a los demás (todos amontonados, la prueba más fehaciente en la fiesta del cierre del IFEMA), sale a relucir ese corporativismo mal interpretado diciendo que odio a los médicos. Nada de eso, los respeto, sé de los estudios duros, notas de corte para acceder a Medicina habitualmente muy altas, seis años, a los cuales hay que sumar un ciclo de internado de al menos otros dos años: el MIR; con el título en la mano todavía será necesario colegiarse, es decir, matricularse en el colegio profesional de la comunidad autónoma, para poder ejercer. ¿Cómo no ser consciente de ello y más? Preparación de especialidades, sé de la profesionalidad de la gran mayoría, tengo amigos y familiares. ¿Cómo no saberlo? Pero los que se pican son precisamente a quienes van dirigidas mis críticas, esos, como la manzana podrida del cesto, hacen más daño y se dejan ver más que el resto, que si no andan listos se podrecerán a su sombra. Los buenos profesionales, tengo en mente muchos conocidos, ellos lo saben, del Servicio de Digestivo del HUCA por ejemplo, muchos excelentes cirujanos, cómo quien salvó la vida a mi hijo (Lino Vázquez). ¿Cómo criticar a estos bestias del bisturí? Ese oncólogo (Carlos Álvarez) que lo trata, que le critiqué también, pero ahora le mando un abrazo enorme por lo bien que lo hace. Qué decir de los médicos de cabecera, que son como de segunda y resulta que en esta crisis fueron los que de primeras se encontraron de lleno con los contagios sin saberlo y sin medios. Qué decir de enfermeras, auxiliares, celadores, limpiadores... esos están en primera línea de contagio, pero, claro, esos son menos. Solo por decirles que no eran héroes, solo profesionales que les obliga su profesión y responsabilidad, se me tiraron encima. ¿Saben qué? Me la suda que se pongan conmigo así, que me traten de enemigo, todo lo contrario, soy un amigo fiable, cuídense de los halagos, esos que quedan bien, que solo buscan su favor.
Está claro que les dije algunas cosas duras; por ejemplo: me dolía escuchar sin parar a amigos, vecinos y familiares al principio de la crisis que todos tenían mascarillas, yo no porque no las quise, a todos se las traían de los hospitales empleados de allá. Las despensas llenas de sus abuelas y luego no tenían para ustedes trabajar seguros. Eso no lo querían oír; leíamos en prensa de toda España cómo se quejaban de los hospitales que habían desaparecido miles de mascarillas, algún médico cogido infraganti con más de 300 mascarillas que se llevaba. Las que desparecían no me creo que fueran cacos que en vez de bancos se dedicaban a robar en mascarillas, dentro estaba el ladrón. De eso no quieren oír hablar. Sé que no eran suficientes para paliar la carencia que tienen en EPI, lo sabemos, pero de ahí a culpar a este Gobierno de todo, cuidado. Hasta querellas criminales escuché que ustedes ponían Pedro y Pablo, curioso, el mismo discurso de Vox.
¿Por qué España tiene 27.000 muertos y el porcentaje más elevado de contagios y muertes entre sanitarios? Esa es la pregunta que debiera tener respuesta clara y explicada. Las carencias en materiales son iguales o inferiores a otros países, por ejemplo, Grecia (casi 11 millones de habitantes), allí murieron en todo el proceso hasta ahora 155; en Asturias (poco más de un millón de habitantes) superamos los 300 muertos. ¿Alguien puede darnos justificación de todo esto, teniendo, según decíamos todos, la mejor sanidad del mundo?
Para finalizar, hago un llamamiento al Gobierno autonómico y central, cambiar mandos, gestión y dirección de estos armatostes públicos, valorar en salario a todos los buenos e ir desechando los que distorsionan esta sanidad, que pasó precisamente de ser la mejor cuando se la dejaron sus mayores a tener carencias esenciales cuando la recogieron ustedes.
Esos aplausos diarios debieran ser para todos los muertos, les fallamos, la mayoría hubieran dado su vida por todos nosotros. No teníamos la mejor sanidad, era mentira. ¿Estoy culpando a los profesionales de esas muertes? Rotundamente ¡no! Es que alguno llegó a insinuarlo. Pero hasta tenemos una vicepresidenta que, para curarse del coronavirus, se fue a la privada; ninguno de ustedes dijo nada, eso no concuerda con el discurso socialista en defensa de la sanidad pública. Tampoco concuerda con esa fama de mejor y no la deja en buen lugar el proceder de esta vicepresidenta.
Un saludo, esperando quede aclarado todo este embrollo sin sentido.
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