Reflexiones semipolíticas de la pandemia: fase 1, fase de represión y dudas
Pues ya está aquí; ya llegó la "fase 1 de la desescalada". Al menos para una gran parte de ciudadanos. Con ella, este desgobierno ha superado los límites de la tontería colectiva. No lo digo como insulto sino como una constatación, y trataré de explicarme. No paran de sorprendernos con decisiones cargadas de incoherencia y sin seguir las normas de la lógica más básica, cosa sorprendente cuando tenemos a alguien formado en Filosofía al frente del Ministerio de Sanidad. Claro que, si uno lo piensa, eso no es muy lógico en sí.
Durante estos meses vivimos una situación nueva para todos. Nos enfrentamos a una enfermedad contagiosa y desconocida que ni siquiera nombraré. Eso es un hecho. Ha habido que tomar decisiones duras, discutibles, y cualquiera puede entender que las cosas no siempre salen como se planean, que se pueden cometer errores y que éstos son admisibles siempre que las decisiones se tomen razonadamente y se expliquen.
Pero es que no es así. Lo que hemos visto es cómo nuestros dirigentes, de forma sucesiva, hacían oídos sordos a las llamadas de atención de la OMS (que a principios de febrero ya advirtió del riesgo y recomendó abastecerse de material), anteponían cuestiones ideológicas a las sanitarias (un mes después y con casos confirmados permitieron manifestaciones, espectáculos, partidos, mítines y reuniones de todos los colores...), nos bombardeaban diariamente con estadísticas y datos (de los que gran parte eran y son falsos), hacían el ridículo con el alivio del confinamiento de los niños (acordémonos: estuvieron una semana de reuniones para decidir que los niños podían ir al supermercado pero no a pasear por la calle), y así un sinfín de absurdos que dicen muy poco de nuestros gobernantes. Uno se va callando porque, en efecto, estamos todos peleando por lo mismo. Se trataba de evitar contagios, de no colapsar la Sanidad... por cierto que soy sanitario, pero esta carta no va de eso sino de pensar, como personas que somos, independientemente de cuál sea nuestra formación y actividad. En definitiva, aunque se veían cosas con poco sentido, tocaba sacrificarse un poco.
Pero llega la fase 1 en la que se pretende ir reactivando la actividad económica, en la que se supone que ya podemos salir con ciertas precauciones... y continúa el festival de chorradas, y uno ya se harta. Cuando se pretende regular todo sin tener mucha idea, acaban surgiendo dudas sobre la intencionalidad de las decisiones y, si no la hubiere, sobre la capacidad de quien las toma. Gracias a las "muy meditadas" imposiciones del Gobierno, durante las próximas dos semanas se podrá coger el coche para ir a tomar cañas con unos amigos a una terraza dentro de la provincia, pero no se podrá hacer lo mismo para caminar por la montaña o hacer footing en la playa, por ejemplo, y cualquiera puede ver que estas actividades entrañan mucho menos riesgo de contagio si es que tienen alguno. Rizando el rizo del absurdo, si vivo en Oviedo y quiero ir a tomar algo a una terraza de Morcín, puedo hacerlo a cualquier hora si voy en coche, pero no puedo ir en bicicleta haciendo deporte aunque termine en esa misma terraza. Bueno, en teoría tampoco podría coger la bicicleta para desplazarme dentro del municipio si no es antes de las 10.00 o después de las 20.00. Y tampoco se explica bien que una pareja pueda ir a sentarse con sus hijos en una terraza y sin embargo no puedan pasearlos juntos por la calle, ¿no os parece?
¿Alguien entiende algo? Igual soy un poco iluso pero no veo ninguna posible intencionalidad en esas cosas, la verdad. No me creo que esto sea un oscuro experimento para conseguir el "control social" pese a lo inquietante de planteamientos como geolocalizarnos, confinarnos en arcas de Noé... que darían para un libro entero. Así que, siguiendo el razonamiento expuesto anteriormente, sólo me queda pensar que los que toman estas decisiones no tienen ni la capacidad ni el conocimiento necesarios. Nos están llevando hacia el 1984 de Orwell, pasando por su gloriosa "Rebelión en la granja", y ni siquiera es por ideología sino por error. No puede ser más triste.
Aún así, ellos están encantados de haberse conocido, claro. En su desconocimiento e irresponsabilidad, salen a lanzar discursos vacíos para justificarse sin dar mensajes útiles, a insultar al adversario para enfrentar a los ciudadanos sin mostrar el mínimo respeto... Problema: uno tiene la sensación de que esto es así gobierne quien gobierne. La generalización es injusta y siempre hay honrosas excepciones, pero no parece que estén entre aquellos que nos arengan en los medios estos días. Por tanto, perdónenme aquellos políticos honrados y capaces (ellos lo saben) pero, como me refiero a los que están gestionando esta crisis tanto en el gobierno como en la oposición, seguiré con la generalización y no deben darse por aludidos.
Estos políticos actuales, colectivo ampliamente sobredimensionado en este país dicho sea de paso, van a seguir instalados en el autobombo mientras haya palmeros sin cerebro que les jalean sólo por ser de uno u otro bando (porque es absurdo pero aún hay bandos antagónicos en la España de 2020 y hay que decirlo: es de idiotas). Además, en estos tiempos de pandemia, pretenden anestesiar a la población con mensajes de autocomplacencia colectiva para que no se les cuestione, insistiendo en que lo estamos haciendo todos muy bien y que sólo hay casos excepcionales de gente irresponsable que se salta las (sus) normas. "Irresponsable" porque lo han decidido ellos, ojo. Y lo grave es que, ayudados por unos medios de comunicación que no les enfrentan a su propia estupidez, algo han conseguido.
Disentir se ha convertido en insolidaridad. Vemos a gente de a pie muy preocupada por denunciar (e incluso insultar) al vecino que camina solo tranquilamente por la calle, en vez de pensar que quizá la prohibición de que lo haga no tiene sentido porque no está poniendo a nadie en peligro. Pero esto, no nos engañemos, es lo que pasa por seguir votando cerdos (volviendo al símil orweliano) en vez de botarlos.
Por centrar un poco las cosas: quizá en vez de limitar y sancionar la movilidad per se, lo razonable sería enseñar a evitar actitudes y situaciones de riesgo real, y perseguir conductas verdaderamente irresponsables (pasear por el campo, o en bicicleta, a cualquier hora y en cualquier municipio, NO LO ES). Claro que para eso hay que educar a la gente y hay que pensar, y no parece que ese sea el fuerte de nuestros políticos puesto que no han sido capaces de hacerlo en 2 meses que llevamos de confinamiento. Hagámoslo nosotros o nos sumiremos en la "idiocracia".
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