La pobreza también puede pasarte a ti
Si algo ha conseguido la covid-19, además de llevarse a nuestros seres queridos, es hacer que nuestro futuro nos encuentre.
Según las recientes previsiones de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), nuestro país habría de afrontar dos décadas de austeridad para volver a situarse en niveles de deuda previos a la pandemia. Todo ello suponiendo que ningún imprevisto nos obligase a volver a endeudarnos. Los recortes y las subidas de impuestos complementarias fueron la estrategia para afrontar los efectos de la última crisis. Esas heridas siguen estando demasiado recientes. ¿Estamos dispuestos a lidiar de nuevo con unas medidas que en su día empobrecieron a millones de familias? Las posibilidades de levantar cabeza se han desvanecido definitivamente para muchos.
Todo esto pasará. El virus se irá, y con él todas las medidas sociales de carácter extraordinario. Ahí fuera decaen los aplausos al tiempo que se alzan los gritos: unos de auxilio y otros de enfado. Mientras algunas rentas altas se solidarizan, otras se muestran suspicaces y aluden al alto porcentaje de impuestos que pagan. Tener más implica tener más que perder, pero también un mayor margen para resistir. Sin embargo, esta actitud revela una verdad subyacente e incómoda. Las instituciones han fallado y abandonado a los más vulnerables.
Tantas décadas de corrupción tenían que venir a pasarnos factura algún día. Siempre que nos han hablado de sacrificarnos para el futuro, a la clase dirigente se le ha olvidado sumarse. Ya no digamos especificar la fecha de vencimiento de tal periodo de sacrificio. Y lo vamos a seguir pagando todos nosotros, pero también las generaciones venideras. No obstante, nuestros gobernantes harían bien en tener en cuenta que la miseria es el límite entre civilización y barbarie.
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