Si no lo compartes, no lo has hecho
El postureo siempre ha sido un rasgo característico de nuestra cultura, aunque antes se llamara "aparentar". Vivimos en una sociedad donde las redes sociales se han integrado en nuestra manera de socializar y si a este hecho le sumamos que vivimos constantemente pegados a un dispositivo móvil, tenemos el cóctel perfecto. Hay que registrar y publicar todo lo que hagamos pues ya es bien sabido que, si no lo compartes, es que no lo has hecho.
Cuando vamos de vacaciones, hay que publicar las fotografías de rigor, no vaya a ser que cuando lo contemos ¡no vaya nadie a creernos! Si quedamos con unos amigos a cenar, hay que hacer foto de grupo para demostrar que tenemos una vida social, lo mismo si el pequeño de la familia hace alguna monería, hay que dejar constancia y mostrar a los demás que tenemos unos hijos estupendos.
Durante la cuarentena no ha sido diferente, Stories y Estados llenos de manualidades de niños y niñas, de fotografías inspiradoras con los respectivos hashtags "#quédateencasa". Y no hablemos ya de cuando pudimos volver a hacer ejercicio en la calle. ¿En serio es tan importante que todos tus contactos sepan que has salido a correr o andar? ¿No sería mejor sencillamente disfrutar de la carrera o del paseo?
Eso sin contar el peligro que conlleva hacer según qué tipo de publicaciones en las redes sociales, como publicar la ruta que hacemos a diario, o cuando nos vamos de escapada de fin de semana, no hay nada como pregonar a los cuatro vientos que hemos salido durante un par de días y así, si alguna persona quiere robarnos, podrá hacerlo tranquilamente sabiendo que no vamos a aparecer por casa.
Creo sinceramente que no somos conscientes de la cantidad de información que damos a través de las redes sociales, y es que no se trata de vivir con miedo, pero sí de tener un poco de privacidad. Es triste decirlo, pero hemos conseguido que este "postureo "escale varios niveles y que en muchas ocasiones sea más importante que incluso disfrutar el momento.
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