La Iglesia y la izquierda
Por parte del señor arzobispo es loable y cristiano aceptar las disculpas que ¿le ha presentado? el político Fernando Lastra, a quien realmente va dirigida esta misiva.
Y, dicho esto, le ruego publique mi carta, aunque no soy más que una «peatona presunta», como miles de peatones presuntos, que leen su periódico. Muchos, no creyentes. Muchos buscadores. Muchos creyentes. Todos, todos, somos algo más que un voto cada cuatro años. Pensamos, sentimos, nos respetamos. Incluso somos amigos, muy amigos, sin tener en cuenta el color de la papeleta que cada cuatro años depositamos en una urna. En una de las cosas en que hay un implícito y fuertísimo acuerdo es en dialogar con argumentos, jamás con insultos. Y si en alguna ocasión alguien pierde las formas es «espontáneo» y pide perdón de verdad. Y a otra cosa.
Pero si la pérdida de formas delata un fondo agresivo, inquinado, corrosivo... hay que buscar la raíz. No vale pedir leves disculpas. Uno tiene antes que redimirse a sí mismo.
Y en el caso de un político no se puede permitir ese lujo. No hay «tertulia», por más distendida que sea, que permita ofender seriamente a la profesión de usted, a muchos «peatones presuntos», no creyentes, buscadores o creyentes. Como usted sabrá, señor Lastra, el mundo es una aldea global, y felizmente los lectores de los periódicos accedemos a internet y así fue cómo recibí un correo que, en parte, le transcribo, porque, aunque a usted no le sirva, a los «peatones presuntos» puede valerles de una reparación que no les llega: «!... Desgraciadamente el caso del señor Lastra no es un caso aislado. Es desvergüenza con que se quiere arrinconar a la Iglesia, amordazarla, calumniarla, son el pan nuestro de cada día en la España del Gobierno actual. El señor Lastra denota cierta ignorancia política: la democracia se caracteriza por una sociedad civil activa. Toda nuestra historia nos ha conducido a un sistema que controla el poder, para paliar posibles abusos, un sistema de cheks and balances. Y la sociedad civil, no sólo los partidos, tiene un papel importante a ello...».
Me ha hecho pensar: lo que ocurre en España respecto a la Iglesia no ocurre en ningún otro país europeo. Sus izquierdas son mucho más modernas y civilizadas. En la sociedad que parece imaginar usted, señor Lastra, la población parece estar compuesta de ignorantes. Para mí, es una novedad. Incluso gente que nada tiene que decir de política, sabe mucho más de economía que lo que se considera políticamente correcto y cambiante de un día para otro. Vamos, que «donde digo digo, no digo digo, que digo diego». Y los de calle –muchos, muchos, muchos–, ¿a tragar?
¿Qué me va a contar de la calle, señor Lastra? Trabaje usted (no una hora y con cámara en mano, claro) con esas queridas personas que a causa del alcohol, la droga, el desempleo, las dormidas al aire o en cajeros... han quedado fuera de la red social. A eso dedicamos muchos «presuntos peatones» nuestra vida. Y Fray Jesús lo conoce muy bien, lo apoya con eficacia. Así que piénseselo dos veces antes de dar lecciones a la Iglesia de conocimiento de la calle.
Finalmente, si el señor Arzobispo está dispuesto a tomar un café y charla con usted, podemos compartir una tortilla de patatas. Eso sí: de huevos de corral.
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