Ideas deshilvanadas
Estimados lectores,
En un país muy, muy lejano, llamado “Cloud Cuckoo Land”, versión norteña de absurdidad, escapismo y delirios de grandeza, existían dos tipos de seres humanos, unos eran los que trabajaban y pensaban, y los otros, que tenían todos sus nano-segundos para hacerlo, no sabían ni en quién ni a qué dedicar sus cavilaciones. Aquí es donde empieza la historia de estos acontecimientos que ayudaron enormemente a que unos y otros se convencieran de que la única solución posible sería trabajar juntos e intentar rodar en la misma dirección, aunque “algunos” de los pensantes-eternamente-cavilando-maquinando no querían.
En aquellos días de la pandemia que casi destruye la humanidad, es lo que conlleva el mundo global, todos sufrimos de los mismos problemas, las mismas taras y todos vemos, yo no, Netflix, que es lo que “mola” ahora, es como llevar un uniforme en la cabeza, a la que va conectado un cargador que nos abastece de todo aquello que nos aturde y alela cada día un poco más; esta información se nos introduce a través de una especie de lápiz de memoria. Sí, sí, ya sé que se me va el pensamiento, es lo que ocurre cuando lidiamos con unos cuantos asuntos a la vez. La mente va más rauda que el teclado.
Todas y cada una de las partidas importantes se organizaban en “Organismos-Ministerios” y cada uno de estos “Organismos-Ministerios” tenía al frente una persona distinta; en Movilidad había alguien llamado Improvising All-the-Time, en español algo así como Improvisador Eterno; en Finanzas y Asuntos Monetarios, teníamos a una persona eficiente que se llamaba “Arriba Las-Manos-Ya”, su trabajo consistía en (des) administrar los Bienes, Muebles e Inmuebles, pero solo los administran bien para los que son trabajadores de ese Ministerio, claro, porque para los “desadministrados” nunca quedan ni siquiera los 426 euros y aún menos, un trabajo del que vivir; en Asuntos Exteriores y, controlando el mundo, estaba Soros-Soriasis Crónicas-De-Un-Pueblo, porque aunque viajaba mucho, donde realmente estaba y se sentía en casa era en su pequeño mundo, mirando por la ventana frente al Mar del Norte, eso sí, país que tocaba, país que desvalijaba.
Pero, no sé por qué, siempre le doy tantas y tantas vueltas de tuerca a todo lo que se me ocurre y pasa por mi cabeza. Bueno, vamos a ir al punto que de verdad quiero tratar en este corto, eso espero, escrito.
¿Recuerdan que sufríamos horrores con una enfermedad? ¿Saben ustedes que esa enfermedad afectaba a los cerebros de las personas que lideraban cada uno de los diferentes Ministerios encargados del Bien (mejor sería decir del Mal)? También afectaba a las personas débiles y cobardes que trabajaban para esos “Organismos-Ministerios”. Nos interesa resaltar la importancia del “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No Enseñanza”, por encima de todos los demás. Y en breve les haré saber por qué.
La realidad era que ese “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No Enseñanza” no quería que los “humanos inferiores” aprendieran nada o, mejor aún, básicamente se encargaban de provocar su desaprender y su olvidar todo lo anterior. Sin embargo, los “humanos inferiores” habían enriquecido sus vidas con muchos conocimientos y datos, batallas, conquistas en ciencias y medicina, literatura y humanidades, descubrimientos impensables para esos “seres superiores” del “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No-Enseñanza”.
Como consecuencia de su empeño en buscar formas originales de inspeccionar, “los humanos superiores” se ocupaban más a controlar holísticamente a los “humanos inferiores” que a hacerlos aprender y mejorar. Lo que realmente dejó atónitos y estupefactos a los habitantes de la época es que los mal llamados “humanos inferiores” habían dado con la vacuna para aquel mal que solo aquejaba a los “humanos superiores”, que estaban firmemente convencidos de que los “inferiores” no les iban a dejar ni oler esa vacuna para que sus cerebros pudieran mejorar y por fin sanar. Pero, los “seres inferiores” lo que sí tienen es un corazón de oro y un alma limpia, desprovista de maldad, sin orgullo, intenciones oscuras o de cualquier otra cualidad negativa que pueda hacer daño a otros. La intriga sigue en los párrafos que ven más abajo.
Todos estos sucesos acaecían en una zona de la parte Norte de un país maravilloso llamado “No-nos-queremos-quedar-en-casa-nunca-más”, poseía un paisaje espectacular, unas montañas deslumbrantes, unos bufones que quitaban el sentido y unos seres humanos, los “inferiores”, buenos donde los hubiera y dotados de un corazón en el que cabían todos.
Sí, van ustedes a acertar en lo que pasó a continuación; los “seres superiores” del “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No-Enseñanza” fueron obsequiados con esa vacuna en la que generosamente habían estado ocupando su tiempo libre, no demasiado, los “seres inferiores”. Lo único que habían recibido en todo momento había sido desprecio y desafección, así había sido durante siglos. Pero los “seres inferiores” les devolvieron esos maltratos, causados por los “seres superiores” del “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No-Enseñanza”, en forma de amor, cariño, afecto, atención, cuidados y otros sentimientos por el estilo.
Las desigualdades empezaron a ir disminuyendo lentamente, los “seres” ya no se dividían en esos dos grupo, ahora el término acuñado para la ocasión fue el de “seres humanos”; se acabó esa gran cámara que todo lo ve, los programas espía, el escepticismo, la desconfianza y el recelo.
La vida mejoró sobre todo para aquellos del “Ministerio Holístico de la Enseñanza-No-Enseñanza”, que acometieron batallas impensables en los tiempos antiguos e hicieron nacer proyectos nuevos, empapados de ideas, sentido y conciencia, así como de la voluntad firme de trabajar unidos a, los antes mal llamados, “inferiores”.
El objetivo y la intención de todo en cualquier vida es la confianza en los demás, que ha de ser recíproca, siempre; el intentar trabajar unidos y preguntar a los que saben de su trabajo cada vez que haya que mejorar una situación y no sacarse de la chistera la respuesta que toca, que suele ser delegar sus responsabilidades en los demás, cuando, sin ninguna duda ni vacilación, son solo nuestras.
Acabaré estas reflexiones en voz alta, que no creo interesen ni a una “multitud de diez personas”, con unas palabras de Eduardo Punset hace unos años, creo que tenían que ver con el control que la enseñanza y el aprendizaje nos debería regalar para ser felices y capaces de, en casi todas las diferentes etapas de lo que llamamos vida, poder recibir de los demás y dar a otros lo que añoramos para cada uno como individuos. Estas eran sus palabras en una entrevista:
“Me acuerdo de un experimento en una ciudad inglesa en el que había dos grupos de personas que limpiaban un edificio. A uno se le dijo que limpiaba muy bien, que siguiera así, y a otro, además, que considerase que lo que hacía no era solo limpiar sino hacer deporte, y el segundo grupo adelgazó. O sea, la importancia del pensamiento, de la emoción, sobre la toma de decisiones, es desconocida. Pero controlar el pensamiento requiere una formación emocional que no existe en la actualidad”.
No puedo despedirme sin citar esta obra maestra del cine, un canto a la belleza, la generosidad, la honradez y la humildad, “¡Qué bello es vivir!”, cuyo título original es “It’s a Wonderful Life”. Es un cuento estadounidense, “The Greatest Gift” (“El mayor regalo”), escrito por Philip Van Doren Stern, publicado de forma privada en 1943. El filme es un clásico del cine estadounidense, y su emisión en televisión se ha convertido en toda una tradición navideña. Protagonistas principales, James Stewart y Donna Reed, y el amable e infantil ángel de la guarda, interpretado por Henry Travers; está dirigida por el maravilloso Frank Capra.
“Extraño, ¿verdad? La vida de cada hombre toca muchas vidas, y cuando uno no está cerca, deja un terrible agujero, ¿no es cierto? Ya ves George, tuviste una vida maravillosa”.
“¿Deseas la luna? Dime solamente una palabra y la cogeré con un lazo y te la entregaré”.
Me despido nuevamente de todos ustedes dándoles las gracias por estar ahí, disponiendo generosamente de su valioso tiempo para emplearlo en la lectura de estas líneas, un tanto deshilvanadas hoy.
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