Coronafakes
Todos estamos de acuerdo, o al menos la gran mayoría, en que el paradigma de la comunicación ha cambiado. En pocos años pasamos de tener un modelo unidireccional, donde éramos tan solo receptores, a tener un modelo bidireccional, donde el público se convirtió a su vez en productor, naciendo neologismos para poder dar nombre a estas nuevas realidades tales como "promisor".
Este hecho favoreció la democratización de la información y dio paso al tan conocido periodismo ciudadano, donde cualquier persona con un móvil en la mano puede hacer una fotografía y denunciar o informar de un hecho, si es que tiene la suerte o la desgracia de encontrarse en el lugar y momento adecuados.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y, aunque estemos más cerca de la información que nunca, también se ha generado un ruido informativo en el que, entre información redundante o sin importancia y fake news, nos es bastante difícil estar realmente informados.
Este fenómeno se ha podido observar continuamente desde que empezó la crisis del coronavirus, donde circularon por redes sociales una gran cantidad de bulos que los usuarios compartieron sin ni siquiera perder cinco minutos en contrastarlos. Ha sido tal la propagación de desinformación que incluso WhatsApp, una de las plataformas más utilizadas, se ha visto obligada a reducir el número de reenvíos de su aplicación, para poder frenar la divulgación de estos mensajes.
La crisis del covid-19 ha sido un duro golpe para la sociedad, pero también nos ha hecho aprender muchas cosas y una de ellas es que no podemos creer todo lo que leemos en redes sociales, ni siquiera cuando nos aseguren que la fuente es fiable. Tenemos que ser responsables y contrastar la información antes de compartirla con nadie. De esta manera ayudaremos a acabar con el ruido informativo e impedir que, en consecuencia, la desinformación desaparezca.
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