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La primera línea de defensa frente al covid-19, al desnudo

23 de Mayo del 2020 - María del Carmen Inés Fuenteseca

Mi reflexión va hoy dirigida a los médicos, la enfermería y a todos los servicios hospitalarios y de Atención Primaria, así como a las residencias de ancianos, y al personal de la Policía y fuerzas del orden y seguridad del Estado, a los farmacéuticos y a todos los estamentos de la sociedad que siguieron trabajando para dar soporte básico a nuestras necesidades domésticas de forma heroica y con gran desprotección frente a este potentísimo enemigo, invisible y letal, el covid-19.

Todos estos colectivos han sido los parachoques de esta tremenda pandemia. Se les vino encima algo imposible de controlar. La falta de medios fue tan acuciante que en un principio debió de dejar en “shock” a todos estos profesionales que clamaban con desesperación ayuda que no llegaba o, si lo hizo, fue de forma exigua y con retraso.

Como trabajadora varios años en un hospital, del que me siento orgullosa, el Instituto Nacional de Silicosis (INS), y viuda de un médico que ejerció allí como neumólogo, no soy ajena al medio. Me he quedado impresionada de ver tanto dolor y desastre. No olvidemos que hay miles de profesionales de la Sanidad que están afectados por el covid-19 y otros muchos han fallecido, al igual que en las residencias de mayores, Policía, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, UME, Emergencias y todos aquellos que recibieron el impacto brutal de esta pandemia en sus albores y que se cuentan entre las víctimas de nuestro país mientras ejercían su trabajo de contención del virus.

Hace varios años empecé a intranquilizarme por las noticias que venían de la Sanidad nacional, noticias que me indicaban que “no todo era un lecho de rosas” y que el sistema comenzaba a tener vías de agua. Esa preocupación se llamaba “listas de espera”. ¿Qué estaba pasando? La respuesta era simple: comenzábamos a “ahorrar en la ceniza y esparcir en la harina”. Faltaba personal en todos los estamentos hospitalarios y de Atención Primaria; no se invertía lo suficiente en aparataje de última generación y en medios; y los profesionales del “famoso Sistema Sanitario español” comenzaban a estar desbordados ante la demanda de servicio de los pacientes. Esperar un año para algunas intervenciones quirúrgicas, era algo “normal” y ya no digo si había que hacer pruebas tipo scanner, resonancia, etc. Todos vimos cómo esta situación se cronificaba de forma paulatina y sigilosa y empezamos a convivir con ella… La Investigación biomédica y de altas tecnologías pasó a un plano “secundario” en el sistema, siendo la otra gran olvidada… Con los edificios que teníamos parecía solventada cualquier contingencia, gravísimo error. Los romanos perdieron la mitad de su Imperio por la “peste Antonina”, la primera “pandemia” global que se instala en el “orbis romanus” y que duró desde el año 165 al 180. Las legiones que venían de ganar guerras en Asia trajeron esta lacra a Roma y a sus territorios y sucumbieron con una media de 2.000 fallecidos al día. Un emperador con sentido común, llamado Marco Aurelio (víctima él, su mujer y varios de sus hijos en la pandemia), instauró leyes de protección para los más vulnerables y trajo al médico griego Galeno para “cuidar” al Pueblo en esta tremenda desgracia. Marco Aurelio, en su afán de proteger a la población, dijo frases para advertirles del riesgo de contagio como “No lo hagas si no es conveniente” y animándolos a ser realistas ante esta catastrófica situación con otra frase impagable: “No lo digas si no es verdad”. ¿Les suena algo de esto? Yo lo tomo casi de forma literal de un historiador que nos ilustra en la actualidad sobre el tema, pero las pandemias no son de ahora, ya vienen de antes a lo largo de los siglos… Sobre los que lo ignoran nos avisa este sabio emperador y nos dice: “La destrucción de la inteligencia es mucho más fuerte que cualquier pandemia”.

¿Cómo la sociedad va a devolver calma y ánimo a todos estos profesionales que están inmersos en una historia de la que casi seguramente, muchos de ellos, supervivientes de la tragedia, lo harán con un coste emocional alto para ellos y sus familias? Creo que, desde la cruda realidad en la que vivimos, tenemos la obligación de agradecer y transmitir a todas estas personas el sentimiento real de un país que reconoce que han salvado miles de vidas y lo siguen haciendo, con alto riesgo de las suyas, que no han descansado y que siguen estremecidas por todos los fallecidos que no han podido reflotar. Y que, desgraciadamente, han tenido que trabajar con medios escasos.

“Ahorrar en la ceniza y esparcir en la harina” es lo que nos toca de momento, pero no todo debe estar perdido. Estamos todavía a tiempo de volver nuestra mirada a la Sanidad y a todos los colectivos profesionales que son la vanguardia en la emergencia. La línea defensiva se debe convertir en primera fuerza de “ataque”. Necesitamos invertir urgentemente en reforzar nuestro sistema sanitario y de protección, en dotarlo de profesionales necesarios y de materiales innovadores, eficaces y testados y sostener prioritariamente estos soportes con una I+D real. Si tenemos un sistema sanitario y tecnológico fuerte y solvente ganaremos la batalla y será la base de un desarrollo extraordinario en todos los campos. Recuperemos con premura, a los grandes profesionales españoles que hemos “exportado” fuera de nuestras fronteras. Ahí tenemos otra cantera que precisamos para reconstruirnos plenamente. El país que se endeuda para proteger las vidas de sus habitantes con personal cualificado y medios siempre va a gozar del respaldo general y contará con el esfuerzo de todos, para seguir adelante y con éxito.

En mayo de 1990, nos visitó en el INS para el Memorial en recuerdo de nuestro director, D. José Cossío, el profesor y Premio Nobel D. Severo Ochoa. Después de la sesión científica nos trasladamos al Oviedo antiguo para una cena informal, en la que también estuvo el profesor D. Francisco Grande Covián En el transcurso de la velada alguien aludió a las causas de fallecimiento más comunes y el profesor Ochoa respondió con un escueto discurso: “El mayor problema de la humanidad será el día en que un virus esté fuera de control”. También un ilustre médico e investigador me dijo hace unos días otra frase que me impactó por lo real: “Los humanos tenemos muchos perfiles: el sabio, el sensato, el ignorante, etc. Aunque el más preocupante de todos es el estúpido, porque cree tener la razón absoluta en todo lo que dice y hace”.

Sumario: Reconocimiento a todos aquellos que realizan un trabajo de contención y dan un soporte básico frente al coronavirus

Destacados: Estamos todavía a tiempo de volver nuestra mirada a la Sanidad y a todos los colectivos profesionales que son la vanguardia en la emergencia. La línea defensiva se debe convertir en primera fuerza de ataque

Recuperemos con premura, a los grandes profesionales españoles que hemos exportado fuera de nuestras fronteras. Ahí tenemos otra cantera que precisamos para reconstruirnos plenamente

Un gran abrazo a todos los que salváis vidas cada día, no estáis solos. Los españoles somos un pueblo agradecido y recio y sabemos valorar vuestro esfuerzo, entereza y dedicación. Juntos saldremos adelante, teniendo en el recuerdo a aquellos que nos dejaron en la pandemia y a sus familias, pero construyendo un futuro en el que la eficacia, la razón y la generosidad vayan de la mano juntas para siempre. Y estemos preparados. Este enemigo tiene muchas caras. Hoy es el covid-19 y mañana quién sabe

Addendum: La humildad hace grandes a las personas. En España tenemos muchas y, entre ellas, magníficos profesionales de la Sanidad. Personalmente quiero hacer mención al Dr. J. A. Mosquera Pestaña, quien fue jefe del Servicio de Neumología del INS, donde trabajé. Durante los años en que ejerció su profesión él y su equipo instruyeron a una élite de neumólogos que han sido el orgullo de la institución con su buen hacer. Los días de su formación no tuvieron horarios. El Dr. Mosquera fue generoso en extremo. Lo mismo era por la mañana, la tarde o la noche. Dependía de la intensidad del caso a estudiar y de las necesidades del residente. Todo ello lo compaginó con sus múltiples publicaciones en grandes revistas y conferencias en la Clínica Mayo de Rochester (EE UU), siendo a juicio de uno de sus presidentes el conferenciante más versado en sílico-tuberculosis del momento. Desafortunadamente el INS dejó su trabajo asistencial y desaprovechó una oportunidad extraordinaria para Asturias de convertirse en un Instituto de Enfermedades Profesionales, para el que tenía sustrato personal, médico y técnico y todos los servicios necesarios para realizar su trabajo. El reconocimiento del INS no fue solo nacional, donde estuvo a la vanguardia de la medicina e ingeniería de especialidad, sino también internacional, como queda dicho.

En la actualidad, el Dr. J.A. Mosquera no ha perdido un ápice de su interés por la Medicina de investigación, aspecto que él desarrolla en la Fundación Inclínica de forma graciable con sus colaboradores, con medios escasos procedentes de sus salarios y totalmente dedicada a la lucha contra el cáncer, con hallazgos que están testando, dada su importancia.

Este perfil humano y científico es el que tenía uno de sus neumólogos que tanto le admiraron, Gaspar Diego González. Su familia nos sentimos en la obligación moral de compartirlo con todos ustedes.

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