Los parlamentarios asturianos, asesores y sindicaleros la tienen muy dura
Por si teníamos poco con la crisis que veníamos soportando desde hace años, el maldito virus ha sido la puntilla. No para todos, claro. En el caso de Asturias volvemos al registro del peor desgobernante de toda la historia de nuestra región, el fraudulento Tini Areces, es decir, volvemos a superar los más de 100.000 parados. Un mérito compartido en su día con el consejero de Industria Graciano Torre.
Lo más trágico, por supuesto, y muy por encima de la ruina económica, son todos los fallecidos. A partir de aquí la Justicia debería actuar con contundencia, sentenciando cuántos de estos muertos hubiesen sido evitables de contar, no ya con los mejores sanitarios posibles (ya los tenemos), sino con los equipos necesarios sin las erráticas gestiones de compras fraudulentas, a destiempo, o todo a la vez.
Ahora, la quiebra económica consiguiente. Miles de trabajadores a la calle, o en el mejor de los casos con unas ayudas sociales que no sabemos de dónde van a salir, dentro de una región envejecida, prejubilada, superviviente, y sobre todo arruinada por el desgobierno de 40 años de socialismo. Las organizaciones populares, las parroquias católicas, Cruz Roja Española, los comedores sociales o la Cocina Económica de Oviedo (que en buena parte pagamos todos los carbayones) no dan abasto.
Y a todo esto, ¿qué hacen y dónde están nuestros padres de la patria regional? Pues en casa teleparlamentando, o algo parecido; videoconferenciando algunos, otros simulando lo propio, o simplemente cobrando sin trabajar. De este modo hemos pasado de la barra libre (no es una metáfora), en la cafetería de la Junta General del Principado de Asturias, en la que sus señorías se fartucaban a destajo sin pagar un céntimo, a cobrar por estar en casa haciendo que hacen. Eso sí, el presidente Barbón se reúne cada domingo con el jefe del Gobierno de España, por aquello de presumir de diálogo y del “permanente estado de escucha”, eufemismo preferido por el licenciado en Filosofía y Letras y ministro de Sanidad, Sr. Illa. Es decir, el de la cuota del separatismo independentista catalán que apuntala al Gobierno del fraudulento doctor Pedro Sánchez.
Todos los asturianos, menos los parlamentarios autonómicos, tampoco sus asesores, y mucho menos la mayoría de políticos locales, nos estamos apretando el cinturón, algunos hasta la hipoxia. Sin embargo, sus señorías no lo hacen, argumentando que la rebaja de su sueldo millonario (ninguno de ellos, ¡ninguno!, lo ganaría al margen de la política), argumentando, reitero, que dicha rebaja de sueldo debería ser una decisión personal y no “una imposición parlamentaria”. Pues nada, ¡a ello, a ello! Es decir, ¡adelante con las decisiones personales! Pero no, es mejor defender que rebajarse el sueldo sería un detalle populista, en vez de considerarlo, un clamor popular, que es muy diferente. Es más, ni siquiera se les cae la cara de vergüenza cuando defienden que, ya están renunciando a sus dietas de desplazamiento, cuando realmente no se dan dichos traslados debido al confinamiento. Sin olvidar, además, que estos emolumentos añadidos son, demasiadas veces, un fraude añadido a su soldada millonaria al residir casi todos ellos (si no todos), en la propia capital ovetense.
Con todo, ya sabemos que incluso si todos los políticos asturianos, su legión de asesores, y la tropa de sindicaleros que los palmean, llegasen (no lo esperamos), al consenso de una sustanciosa rebaja de sueldo, en poco disminuiría la quiebra económica que ellos mismos han provocado en Asturias en los últimos 40 años. Sin embargo, sería un detalle que los asturianos agradeceríamos. Lo dicho, la tienen muy dura, la cara, quiero decir.
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