Ante un nuevo rebrote, menos errores
Parece que los gobiernos exhiben cifras optimistas y que pronto todas las ciudades estaremos inmersas en fase 1.
Los medios de comunicación cubren, ya, la agenda pública, remarcando la actualidad de los datos financieros y pregonando los estragos de la crisis sociolaboral que se avecina.
Parece que los fallecidos en las últimas horas son de segunda y que los debates sanitarios se reducen a meter prisa a los laboratorios para que hallen la cura.
Las flexibilizaciones en el confinamiento empezaron antes de lo estipulado (¡tantas y tantas personas que agudizaron su ingenio para confeccionar las normas a sus anchas!); y las imágenes desmotivadoras de colas kilométricas en tiendas de la capital francesa, de una Barceloneta abarrotada y de unas terrazas donde prima el buen comer y olvidamos la prudencia en casa, son cada vez más fervientes.
Además, las pugnas constantes e inverosímiles entre políticos de pega (que parecen encadenar mitin tras mitin mientras saltan de puntillas para escabullirse de esta crisis) auguran un escenario, si más no, desconcertante.
Cuando quedemos satisfechos de tanta celebración y parezca que la pandemia es un ligero recuerdo, ¿seremos capaces de actuar, raudos, como pueblo y como individuos pensantes, ante un posible rebrote? ¿Habremos aprendido alguna lección sólida de todo esto? ¿Tomaremos, aún, con ligereza las advertencias?
Y lo que es más siniestro aún, ¿seguiremos votando a los líderes con impunidad aun siendo patente su incompetencia en la previsión y gestión de la pandemia?
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