En el filo de la navaja
En los tiempos de la mili, leí todo lo que pude en el cuartel de Valdespartera. Algunas joyas como “El filo de la navaja”, de Somerset Maugham, dejaron su impronta en mí, como parte de aquella juventud que se enfrentaba a un futuro “nuevo”. “Tan escabrosa como la senda de un caracol en el filo de una navaja, así es la senda de la salvación para el hombre”. Esta es una filosofía del Hinduismo, que inspiró al autor en su búsqueda del camino hacia la vida entre la jungla de intereses que la vida va poniéndonos delante. Algunos ya conocían la enseñanza cristiana sobre un camino difícil, aunque no escabroso: “Entrad por la puerta angosta. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que entran por ella; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo hallan” (Mateo 7:13,14). Yo observo el panorama actual y... no veo mucho interés en pasar por el filo de la navaja para encontrar el camino de la salvación. Tampoco la restricción personal de una complacencia en sí mismo, para fijarnos límites morales. Es como si toda la salvación se redujera a una cierta seguridad física hasta el día de la muerte. Si eso es todo, huelga buscar ningún camino. Y... eso es lo que está pasando, no hay caminos espirituales que se hagan atractivos a una generación que tiene el alma apegada a la supervivencia corporal, material y superficial. Si esta pandemia no nos hace buscar respuestas en Dios, entonces estamos ya preparados para la extinción. Es una lástima, porque Dios está preparando la salvación de un ser humano que tenga cabida en su nuevo mundo. “Porque entonces habrá una gran tribulación. Desde el principio del mundo hasta ahora, no ha habido una tribulación igual, y nunca más la habrá. De hecho, si ese tiempo no se acortara, nadie se salvaría; pero por causa de los escogidos ese tiempo será acortado” (Mateo 24:21,22) (2 Pedro 3:10-13). ¡Venga!, hay que vivir con otro sentido para seguir en el proyecto de vida del Creador, aunque signifique no tanto como pasar por el filo de una navaja, pero sí respetar los límites que nos alejan del ser hecho a la imagen de Dios (Génesis 1:26,27).
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