El PP mató a Manolete
Los socialistas le han quitado el bozal al doberman, ese que guardan para las grandes ocasiones, y el cánido, salivando, ha empezado a soltar dentelladas a diestro y siniestro, con la idea de cebarse con los populares.
Esta vez el motivo ha venido propiciado por el anuncio estrepitoso y ridículo de la derogación de la reforma laboral del PP, en documento firmado por el propio PSOE, Unidas Podemos y Bildu.
Al terremoto político innecesario y sin venir a cuento (se votaba la prórroga del estado de alarma), que se producía el miércoles por la tarde, le siguieron manifestaciones de algunas personas o colectivos que se han pronunciado como sigue:
-CEOE y Cepyme: "Rechazamos con total rotundidad el acuerdo alcanzado. Este pacto entre PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu supone un desprecio indignante al diálogo social".
-UGT: "No teníamos en absoluto conocimiento (...) del propio texto del acuerdo, si se le puede llamar texto a esos tres párrafos".
-Nadia Calviño, que ha avisado que caso de tocar la legislación laboral, España perderá el acceso a las ayudas europeas que ella misma negocia en Bruselas: "Sería absurdo y contraproducente abrir este debate en este momento de emergencia económica".
-Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha: "Estoy dolido y perplejo".
-Edmundo Bal, de Ciudadanos: "Valoramos ese acuerdo de la forma más negativa" y con toda contundencia: "Es un auténtico disparate".
-Ortuzar, del PNV: "En política hace falta coherencia, y a lo que sucedió el miércoles se le puede llamar de todo menos coherente".
Dos horas más tarde, ante la tunda de palos que le llovían por todas partes, el Gobierno ha repetido el ejercicio de funambulismo al que nos tiene acostumbrados, y ha intentado "desfacer el entuerto" rectificando en un nuevo documento para desdecirse, en parte, de lo anunciado previamente.
Ante la sorpresa y disgusto de propios y extraños, han hecho un nuevo comunicado, esta vez sin firmas, al que un Pablo Iglesias triunfante, ufano y categórico ha puesto el colofón: "Voy a ser cristalino: pacta sunt servanda. La reforma laboral se derogará al completo; lo firmado obliga" (chúpate esta, Pedro; las humillaciones se aguantan, pero no se olvidan).
A pesar de que la semana pasada, en ningún momento intentó negociar con el partido de Pablo Casado (la prórroga estaba garantizada al contar con los votos de Ciudadanos, PNV y Coalición Canaria), el presidente del Gobierno, en un impagable ejercicio de modestia al calificar su propia gestión con un "notable", soltó una dentellada al PP por "haber elegido el discurso de la "ultraderecha" y "dimitir de su responsabilidad de salvar vidas".
La segunda dentellada en el mismo objetivo, esta vez de María Jesús Montero: El PP es el culpable por "estar en la España del no".
La tercera, de Simancas: "El PP había dejado tirados a los españoles"; el objetivo de Bildu era "salvar el estado de alarma" y por ende, "salvar vidas".
Conclusión: La culpa no la tienen sus socios de legislatura ERC y Compromís, que votaron "no"; la culpa, toda la culpa, la tiene el PP.
Señores del Gobierno: A los populares les han salido almorranas esperando sentados a sus ofrecimientos en varias ocasiones, y no lo digo yo. Para muestra estos dos botones (de hace unos días), nada sospechosos de ser de derechas:
Gran Wyoming: "Dos no se pelean si uno no quiere, y parece que Sánchez no está haciendo todo lo posible por reconciliarse con los populares. Solo habría llamado a Casado, según fuentes, dos veces en 43 días". "Casado es un socio imprescindible en estos tiempos".
Editorial de "El País": "La necesidad insoslayable de cerrar filas no puede ser interpretada por el Gobierno como carta blanca para actuar en soledad. No puede reclamar unidad sin ofrecer previamente información e, incluso, corresponsabilidad en las decisiones". "El líder del PP, Pablo Casado, ha evitado reclamar desde la crispación de otras ocasiones aquello a lo que no solo tiene derecho, sino que es imprescindible para hacer frente a la pandemia".
Decía el actor James Woods (más de 60 películas): "Es fundamental recordar sobre la democracia que las personas estúpidas también pueden votar. Lo peligroso de eso es que las personas estúpidas se sienten cómodas cuando votan por otras personas estúpidas. Es un círculo vicioso".
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