¿Cómo se combate el sexismo en la época de los ciberanzuelos?
Con el progreso de las redes sociales y de las páginas web, un número considerable de noticiarios se han visto obligados a cambiar su configuración prefiriendo la red al papel. Para ello, han trasladado sus contenidos a la modalidad en línea, pero mantenerse a flote en el mar de información del que disponemos sigue siendo una hazaña. Por este motivo, el fenómeno de los anzuelos de clics ha comenzado a adoptarse también por parte de diarios que siempre han gozado de buena fama.
Es una lástima que las víctimas que protagonizan estas trampas virtuales sean las mujeres. No hace falta que se trate de personajes excéntricos que han participado en programas de telerrealidad. Al contrario, las más afectadas son casi siempre mujeres que gozan de una cierta relevancia en el mundo económico, político o deportivo.
En Italia, el líder del movimiento de los ciberanzuelos es, por definición, Vittorio Feltri, director del periódico "Libero". Entre las portadas más absurdas, la opinión pública italiana se encuentra dividida entre quienes todavía no le han perdonado la "cuestión candente" atribuida a la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi (con la que -aunque en la traducción se pierde- el director hace una patente referencia al órgano sexual femenino) y quienes la consideran su "cifra estilística" porque "Feltri es Feltri", casi como si su visión androcéntrica formara parte de su personaje y, por lo tanto, fuera incuestionable.
La verdad es que los italianos estamos acostumbrados a estas alusiones que pretenden ser irónicas, como cuando Silvio Berlusconi, líder del partido de centro-derecha Forza Italia, durante una entrevista con la conductora Barbara D'Urso, comenzó con su habitual retórica sexista: "Esta es la única mujer que no me he follado", seguida por el aplauso de la experiodista y del público. Como si el hecho de haberse negado a él, le hiciera honor.
En esta concepción despectiva es evidente que la feminidad de una mujer resulta una carnaza que puede atrapar al lector-espectador, no importa en qué términos perjudique su dignidad y trascienda la decencia. Despertar la conciencia común parece inalcanzable, especialmente cuando ni siquiera las mujeres abogan por sus "derechos".
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