¿Los políticos sueñan o están despiertos?
En las últimas décadas el tema de la inmigración ha salido en cualquier medio de comunicación: radio, televisión y periódicos. También los políticos han empezado a comprender la fuerza de esta temática, explotándola para persuadir a sus electores.
Hace cuatro años, después de la elección del presidente Donald Trump, la atención de la prensa mundial se ha desplazado aún más hacia la movilidad de los mexicanos que intentan cruzar las fronteras para llegar a Estados Unidos.
Dispuestos a sacrificar su vida para dejar de vivir en chozas de latón, los mexicanos se hacen llevar por "coyotes" y emprenden viajes infinitos sin tener la certeza de llegar a la otra orilla vivos. A las mujeres las violan y muchos caen en manos de pandillas o de traficantes de órganos. No tienen nada que perder, solo su vida, y esta, como por magia, pierde su valor, aplastada por la necesidad de conseguir una vida mejor.
En la que parece la perfecta descripción de una situación infernal, no siempre se habla del rol que los otros gobiernos juegan en estas condiciones de indigencias en las que permanecen estos hombres. Dicho de otro modo, si el gobierno mexicano no logra o, como muchos sugieren, no quiere parar este éxodo, ¿por qué las comunidades internacionales no toman una decisión fuerte?
A pesar de las posturas de Trump, la construcción de un muro largo miles de kilómetros no extirpa la raíz del problema: la pobreza extrema. De ahí que las otras fuerzas políticas tengan que proponer una intervención concreta para gestionar los flujos de migrantes. Aparentemente, cuando lo hacen solo se hunden en este estado de aturdimiento donde susurran palabras como "amor", "paz" y "derechos", olvidándose de que la ignorancia, la desinformación y el populismo no se combaten con las palabras huecas, sino con propuestas útiles para llegar a desatar este nudo.
Esto implica que, en una situación tan agobiante, la incapacidad de dificultar a quienes solo saben promover una visión sesgada del fenómeno sigue vulnerando los derechos humanos de los "indocumentados" mexicanos.
Abogar por una inmigración controlada cuesta trabajo, no solo ideas buenistas.
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