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Cómo eran las cosas antes de la covid-19 (2.ª parte)

29 de Mayo del 2020 - Fernando Caamaño Álvarez (Gijón)

Hace unas semanas tuve la oportunidad de exponer brevemente cómo era la situación de nuestro idolatrado sistema sanitario antes de esta pandemia. El hecho de trabajar en el mismo me permitía mostrar algunos ejemplos concretos -personales o de compañeros- de cómo era realmente esa situación. Hoy me decido a escribir sobre algo que hasta hace escasos días reconozco que era totalmente desconocido para mí.

Entre las múltiples noticias sobre las manifestaciones del pasado fin de semana encontré un par de artículos que me resultaron bastante más interesantes. En ellos se mencionaba el Informe anual de seguimiento del indicador AROPE, que señala el riesgo de pobreza y/o exclusión social en nuestro país. Gracias a este informe, presentado anualmente por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN en sus siglas anglosajonas), he podido conocer un poco mejor la verdadera realidad de nuestro país en este aspecto.

En su última actualización, publicada en 2019, y que hace referencia a la situación de nuestro país en el año 2018, descubrí que el 26% de la población española -algo más de 12 millones de personas- están en Riesgo de Pobreza y/o Exclusión Social. Que un 5,7% de los españoles -2,6 millones de personas- se encuentran en situación de pobreza extrema (definida esta como aquellos hogares con ingresos inferiores al 30% de la mediana), y que el 27,1% de la población llega a fin de mes con dificultad o mucha dificultad (y hasta el 55 % con algún tipo de dificultad).

Estos primeros datos me hicieron recordar por un segundo eso que he escuchado cientos de veces -y sigo haciendo- de que España está llena de vagos. Llena de gente que se aprovecha de las pagas que les dan los gobiernos -algunos- y que prefiere no trabajar. Supuse que esa podría ser la principal causa de estas cifras.

Sin embargo, el informe presenta datos que contradicen esa afirmación que de tanto oírla reconozco que en algún momento yo mismo me creí. Resulta que en el año 2018 la incidencia de pobreza entre los trabajadores se sitúa en torno al 14%, manteniéndose estática desde 2014. Este dato indica que existe un gran número de personas con un empleo remunerado cuyo salario no les permite disponer de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas. La pobreza parece no estar solo definida por el desempleo, y en el origen de esta situación parecen influir el aumento de la población ocupada a tiempo parcial, la reducción del valor del trabajo y la reducción en el tiempo de duración de los contratos.

Asombrado con estos datos empiezo a pensar que si esta es la situación actual como estaríamos hace unos años, justo tras la crisis de 2008. Una nueva sorpresa llega al descubrir que la población con condiciones económicas más extremas -aquellos con ingresos inferiores al 30% de la renta mediana- es en 2018 superior a la que había en el año 2008. En este período también ha aumentado la brecha de la pobreza, término que hace referencia a la cantidad de dinero que una persona pobre necesita para dejar de serlo, es decir, la diferencia entre sus ingresos y el umbral de pobreza. Incluso a pesar de que en el período comprendido entre 2014 y 2018 ha existido un crecimiento del PIB (aproximadamente 3.840, lo que equivale al 17,5%), éste solo significó una disminución de siete décimas en la tasa de pobreza, lo que indica que el crecimiento económico, por sí sólo, no trae consigo una reducción de la pobreza. No todos se benefician igual del crecimiento del país, y por ello, la desigualdad existente entre pobres y no pobres ha seguido aumentando de manera sostenida tanto en la época de crecimiento económico previa a la crisis como tras la misma.

En un intento por seguir buscando explicaciones a estos datos volvieron a mi mente las imágenes de las manifestaciones promovidas por la extrema derecha y me llevaron a pensar que tal vez la explicación pudiera estar en el gran número de inmigrantes que hay en nuestro país. Quizás un gran porcentaje de esas personas en riesgo de pobreza sean inmigrantes a los que según esos manifestantes se les regala la nacionalidad, y que realmente los que ellos consideran españoles "de verdad" no tienen esos problemas. Pero otra vez los datos de este informe me indican que los tiros no van por ahí, ya que el 80,5% de esa población en riesgo de pobreza es española, y generalmente con un nivel educativo medio o alto (22,9% de mayores de 15 años con Bachiller y 13,4% con educación superior). Al igual que no nos servía la excusa de los vagos que no quieren trabajar porque tienen una "paguita"para explicar estos datos, la de que la gente no quiere estudiar y formarse parece que tampoco.

Con el ánimo algo decaído busco consuelo en el clásico recurso de compararme con los demás. El típico "mal de muchos consuelo de tontos " seguro que me hace cambiar mi punto de vista, ya que imagino que esta situación será compartida con nuestros países vecinos. Pero no es así, y la tasa AROPE en nuestro país es 4,2 puntos porcentuales superior a la media, y la séptima más alta de los países que forman la UE. Por encima sólo están Bulgaria, Rumanía, Grecia, Lituania, Italia y Letonia. Pero aún puede ser peor, y en relación a la tasa de riesgo de pobreza, España sólo tiene por debajo a Lituania y Letonia. También somos los segundos de la UE con mayor tasa de pobreza infantil, con un 26,8% de los menores de 18 años en riesgo de pobreza relativa, y tenemos el dudoso honor de estar en el podium también como el tercer país con mayor desigualdad, por debajo de Bulgaria y Lituania.

Al acabar de leer este informe, y mientras intento asimilar sus datos, vuelven a aparecer ante mí las imágenes de esas manifestaciones. Al mismo tiempo recuerdo que recientemente se ha estado debatiendo sobre la conveniencia o no del Ingreso Mínimo Vital y el aumento del Salario Mínimo Interprofesional. Medidas que estos manifestantes rechazan enérgicamente por provenir, según su opinión, de un gobierno comunista, a pesar de que supongo ayudarían a luchar contra estas cifras y a paliar los posibles efectos de la futura crisis. Ellos, que se autoproclaman los únicos preocupados por el devenir de nuestro país y sus compatriotas, prefieren rechazar cualquier medida que pueda ayudar a un gran número de los mismos, solo porque estas medidas van en contra de sus intereses personales. Prefieren concentrarse en pedir la dimisión urgente del actual gobierno -cada día por un motivo- y unas nuevas elecciones, a pesar de que en los últimos 13 meses llevemos dos procesos electorales con los que se decidió democráticamente nuestros gobernantes. Y todo ello porque consideran que el resultado de las urnas no es legítimo al no ser el que ellos quieren.

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