Una utopía que se desvanece
A medida que me iba acercando a la edad de la jubilación, me imaginaba ya de ancianito viviendo en una residencia con todo tipo de servicios, en un ambiente cálido y rodeado de todas las comodidades para hacer más llevaderos los últimos años de la vida.
Sin embargo, llegado a los 65 años decidí seguir trabajando porque soy un afortunado al tener una 3mpresa privada y una salud decente. Ahora, a mis 77 años continúo en el tajo pero con la vista puesta ya en la jubilación definitiva a los 80.
Hasta la llegada del covid-19 seguía con el foco puesto en una residencia, e incluso había seleccionado varias para hacer un filtro y decantarme por la más adecuada. Sin embargo, debido a las penosas noticias procedentes de estos centros como consecuencia de la pandemia, mis planes han cambiado radicalmente y mientras pueda seguiré viviendo en mi casa porque me intranquiliza la posibilidad de vivir en una de ellas.
Sé que es injusto generalizar porque seguro que hay residencias como las que había imaginado, pero mientras no se demuestre lo contrario tendré que cambiar de proyecto vital de futuro. Y como sigo siendo utópico, ahora me imagino en una isla de clima tropical, viviendo con lo básico, junto al mar y a un centro de salud, disfrutando de los años venideros que espero sean todavía algunos por el sustancial aumento de la esperanza de vida.
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