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Las escalas de grises

30 de Mayo del 2020 - Juan Luis Nepomuceno (Mieres)

Uno, una vez trabajó en una Comisaría, de cuyo nombre sí quiero acordarme pero no viene al caso, en la que mandaba un señor comisario. Un comisario mediático y de manifiesto perfil progresista.

Era tan progresista ese señor que vestía de la misma marca que la mayoría de los de su escala y de la inmediata inferior.

Y vestía de esa marca porque pretendía que sus subordinados agilizaran de manera irregular los trámites de las faltas de hurto de las que la citada empresa era objeto.

Se pretendió, y en muchos casos se llevó a efecto, que se detuviera e ingresara en un calabozo a niñatos que habían robado un CD, un libro, una caja de pilas, o sea, por falta, a gente plenamente identificada, rozando, si no incurriendo, en ilegalidad.

Algunos nos negamos pero otros no pudieron porque dependían del horario para conciliar lo más posible cuando la conciliación era una utopía.

Tras sufrir todo tipo de intimidaciones sociolaborales se me castigó con cambios de horarios, de turnos, y desconsideraciones hacia mi categoría porque legalmente no podían abrirme expediente por no acatar órdenes de dudosa ilegalidad. Fue una época terrible de desgaste profesional y personal. No fui el único pero la verdad que hubo muy pocos.

Lo curioso de todo esto es que entonces gobernaba la izquierda.

Patrullaba con coches a cuyos neumáticos se le veían los alambres, teníamos que atender llamadas de los ciudadanos a pie porque los vehículos estaban ocupados en otras intervenciones o con las llaves apalancadas por los mandos, etc.

Resulta que hubo un cambio de gobierno, que siguió cagando para nosotros, por supuesto, pero empezamos a tener medios con los que trabajar y se nos exigía por aquel entonces el reducir delitos más que vulnerar derechos, que es lo que hacía la anterior dirección policial, para la que contaba sobre todo la cantidad, más que la calidad. Más extranjeros detenidos repetidamente por la misma razón, más detenidos por falta, más identificaciones masivas, etc., etc., todo bajo las directrices políticas de un partido de izquierdas.

El caso es que a un servidor lo rescató del ostracismo un inspector con la connivencia del nuevo Comisario. Un señor conservador pero honrado y buen policía.

Del peor infierno de acoso laboral que nunca sufrí me salvó gente bajo un gobierno de derechas, que me restituyó profesionalmente y pude incluso promocionarme.

Posteriormente, en la era Rubalcaba, para que vean, fue cuando me hicieron delegado de Participación Ciudadana en Mieres y tuve otra época relativamente dorada en mi trayectoria profesional.

De la era de la policía patriótica de Fernández Díaz, Pino y Villarejo no voy a decir más nada porque no me afectó directamente, salvo los delirios del DAO que quiso ser Mariscal de Campo.

Este relato, que seguramente no importe a nadie, va dedicado a todos los que van de dueños de las esencias. A los que consideran que los suyos son todo bondades y los demás malvados por categoría.

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