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La feria sindical

2 de Junio del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Cada cual habla de la feria según le va en ella. Así me fue a mí en la sindical: - Un 30 de septiembre (en vísperas de incorporarme a un nuevo destino), recurrí ante el tribunal de lo contencioso una decisión arbitraria del Ministerio de Educación; era mi primera (y hasta hoy única) experiencia judicial. Cuatro semanas más tarde, el tribunal dictaba auto de suspensión cautelar de aquella decisión del ministerio, pero el ministerio se negó a cumplirla. El juez dictó entonces un auto durísimo (se publicó en la prensa) exigiéndole al subsecretario el cumplimiento, bajo su responsabilidad personal. Ni por esas.

Por mi parte, había entregado copia del expediente judicial a los secretarios respectivos de CCOO y de FETE-UGT. El representante de CCOO pidió en la junta de personal el cumplimiento de las sentencias. El de FETE dijo que depende, que hay sentencias y sentencias. En los primeros días de abril, se emitió sentencia favorable y definitiva por inapelable. En la feria judicial me fue, pues, requetebién. No puedo decir lo mismo de la sindical.

Hasta aquí los hechos; ahora un poco de opinión (siempre limitada a las dos centrales mayoritarias; en la sopa de siglas de las otras, me pierdo): en los medios de la enseñanza, a los liberados sindicales apenas se les conoce porque casi no aparecen por los centros y salas de profesores; caen por allí, con cierta timidez, en período electoral para dejar pasquines y pegatinas; a veces vienen también en vísperas de Navidad para colocar lotería. Desde luego, sus apariciones son bastante más espaciadas y discretas que las de los representantes de material escolar. En realidad rara vez son tema de conversación estos ausentes sindicales, pero la reputación de que gozan es manifiestamente mejorable. Podrá traicionarme la memoria pero no miento al afirmar que en muchos años de vida profesional no he oído un solo comentario que les fuera favorable; se les considera (seguramente con cierto margen de injusticia) desertores del tajo, privilegiados-aprovechados de segundo nivel; segundones en relación con sus primos-hermanos, los políticos que disfrutan el mayorazgo. No se les reconoce prestigio profesional, pues no es fácil imaginar que alguien apasionado de literatura o de matemáticas busque el sentido de su vida en sede sindical.

Debió de ser en 2003 cuando nos convocaron a una huelga para exigir del gobierno de Aznar el pago y los atrasos de unos incrementos salariales, firmados por uno de los últimos gobiernos del felipismo comatoso para que lo dejaran en paz. Cuando en 2004 ganaron los buenos, pensábamos que llegaba el momento de cobrar por las buenas lo que los sindicatos reclamaban por las bravas; pero que yo sepa, de aquello nunca más se supo, había perdido actualidad.

En un plano más general, pienso que Nicolás Redondo fue, en el panorama sindical, la última personalidad independiente de envergadura. Volviendo al símil de los segundones, esos sindicatos actúan hoy de fiel infantería de la izquierda política (que va a caballo), y juegan en el sistema actual un papel político que recuerda demasiado al de los sindicatos verticales en el régimen franquista. La solidaridad ya no es de clase sino de clan (aunque el clan sea cada vez mayor). Las condiciones concretas de los que trabajan y, sobre todo, de los que buscan trabajo son postergadas por el objetivo descaradamente partidista de impedir a todo trance el acceso de la derecha al poder; el objetivo, pues, dudosamente democrático de hacer obstrucción la alternancia.

Practican un Largo-Caballerismo light e indocumentado (para documentarse hay que leer) de democracia restringida o cuadratura del círculo (figura geométrica muy apreciada por la progresía). Los latrocinios perpetrados por la banda de la derecha son lo que son, escandalosos latrocinios, mientras que los latrocinios por la banda de la izquierda son, de pascuas a ramos, los errores que hayamos podido cometer. Porque lo mismo que hay sentencias y sentencias, hay bandidos y bandidos. Lamentan la caída del muro de Berlín y Cuba sustituyó a la Unión Soviética como patria chica del proletariado. Los judíos, los americanos y los obispos son la Bestia Negra que cambia a veces de forma pero nunca de color. Todo bastante gótico y pura arqueología.

Pero si un miembro o miembra del aparato toma la palabra, nunca será para esbozar la más leve autocrítica, sino para conmovernos ante el espectáculo de cómo se están dejando ellos la piel por el bien general ante la general indiferencia (No sé si me explico).

Para terminar, un dato que alguna conexión tiene con lo expuesto (al menos corrobora que algo sé de lo que hablo): como secretario de federación, fui miembro del comité federal de FETE-UGT durante cuatro años; lo dejé cuando quise y me fui sin dar ningún portazo.

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