Fariseísmo puro

2 de Junio del 2020 - José Viñas García (Oviedo)

Estás aquí para vivir tu vida, no para evaluar la de los demás. Cada cual es dueño de sus imperfecciones y esclavo de sus prejuicios.

Existen personas que les encanta vivir la vida de los demás, nunca mejor aplicado eso de la paja en ojo ajeno. Van por la vida evaluando y rebuscando errores en los demás sin mirarse un solo segundo su propio ombligo.

Uno puede ser creyente, ser de derechas o ser un facho sin solución, puede ser todo lo contrario o encontrarse entre matices intermedios. Es cierto que sus ideologías jamás deben entrar en contraposición con la libertad y los derechos de los demás. Lo que uno sea no debe imposibilitarle para vivir su propia existencia con dignidad, pero sin complicársela a los demás; igual que usted opina o actúa de determinada manera, así los demás tendrán la libertad de hacerlo sin tener que pasar por el embudo de su intransigente manera de ser. Puede comer mierda, pero luego no diga que sabe mal o que otros deben saborear sus regustos.

Dejen a los demás equivocarse, déjenles ser imperfectos. Existe una manera aún más infeliz que ser o creerse perfecto, es no aceptar en los demás nuestras propias miserias. Somos así, de cara a la sociedad mostramos la cara “A” (cargada de mentiras, de simulacro, de conveniencia... nos pasamos la vida aparentando ser lo que no somos, creyendo que eso nos hará mejores; falsa realidad, a la mayoría de los demás, les importamos un pimiento), muchos presumen de títulos, otros de inteligencia y sabiduría, pero en esta vida todo está relacionado con la propia existencia y las relaciones con los demás. Todos de alguna manera son más inteligentes que nosotros en sus facetas y profesiones, pero, claro, nuestro título colgado de la pared, nos da la posibilidad de creer que ellos deben plegarse a nuestras posibilidades intelectuales, que no van más allá de una egolatría suprema y sumamente pedante. Pero casi todos y todas tenemos nuestra cara, la “B”, la que muestra todas nuestras miserias, la que no engaña a nadie, la que destapa nuestras carencias y limitaciones, la que llega hasta las propias entrañas, esas que no pueden disimularse: el egoísmo, la ideología extrema, la avaricia, la prepotencia, la insolidaridad, la maldad, el arribismo sin límite a costa de lo que sea... todo eso, por mucho que nos empeñemos, es fácil de apreciar por los demás. Por ello, dejen de opinar de los demás, dejen de vivir la vida de los demás, dejen de evaluar a los demás, sean felices con sus propias miserias. Tengan en cuenta que, después de los 60, 70 o 80 años, ya será difícil de cambiar mentalidades. La ruindad irá con todos a la tumba. Es más fácil doblar una barra de hierro que cambiar de mentalidad a los 70 años. Por eso me rechinan los timoratos, los beatos de cartón, los que se confiesan cada domingo, ¿tanto pecan los lunes, martes...? Y luego van por la vida sembrando odio, xenofobia, racismo, egoísmo, insolidaridad, defendiendo al poder, a los ricos... la hipocresía al servicio de la cara “A”. Jesús los echaría a patadas a todos de las seos, iglesias y catedrales: fariseos.

De ahí que jamás perdonemos a los jóvenes sus errores, no les dimos ejemplo, esas opciones a corregirse, a rectificar, a comprender a los demás, a ceder y pactar, a no creerse dueños de la verdad... Los hemos educado nosotros y eso dificulta su propia existencia y felicidad. Por eso es tan necesaria una ley de educación consensuada en condiciones, donde preparemos hombres y mujeres para vivir y honrar su existencia en el respeto hacia los mayores, copiando sus aciertos y desechando y cambiando lo necesario.

La felicidad está en aceptarse tal y como somos, pretender ser perfectos y que los demás sean como nosotros es asegurarse la infelicidad completa.

Todo lo anterior va dirigido sobre las personas anónimas y todo lo relacionado con su libertad personal y derecho a la privacidad. No tiene nada que ver con las críticas a personajes de la vida pública, cargos políticos y funcionarios al servicio de los demás, que, sin fiscalización, se harían tiranos sin medida y control.

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