Mascarillaska

5 de Junio del 2020 - Manuel Vega-Arango Alonso (Llanera)

Tengo que admitir que salir de casa por la mañana cada día requiere para mí un cierto ejercicio de organización. Hasta hace poco tenía que asegurarme de salir con cuatro cosas: algo de dinero, mi cartera, el teléfono, y las llaves. Recopilar esto a veces resultaba complicado, ya que los cuatro elementos se encontraban dispersos por distintos lugares. Es el peaje que tenemos que pagar los hombres por no haber adoptado la costumbre de usar bolso como las mujeres, recipiente en que cabe todo, literalmente. Hubo un intento en su tiempo, la célebre cartera "mariconera" (¿habrá un sustantivo con más gracia que ese?), pero desafortunadamente ese complemento no cuajó, y quedamos condenados de por vida a la dispersión de nuestros efectos personales. Si se me olvida alguno de los esenciales cuatro efectos, tengo que dar la vuelta inmediatamente a por ellos. Y si es demasiado tarde ya para volver, quedo toda la jornada a merced de los elementos, o vilmente aislado del mundo. Con lo cual, antes de poner un pie en la calle, conviene asegurarse.

Pues bien, ahora los elementos son cinco. Ahora, tengo que contar con la mascarilla también. Parió la abuela. Tengo un par de ellas, de las de hasta cincuenta lavados según el prospecto, y ya se han unido a mi lista de "essentials". Sin mascarilla, no hay licencia para entrar en los sitios, reunirse, y dar ejemplo cívico, con lo cual, sin ella no hay vida. Pasa como con el móvil, pero al revés. No sé cuánto va a durar este quinto elemento, espero que no mucho, pero de momento, es una complicación matutina más.

Esta mascarilla me resulta de gran ayuda, no obstante, al leer las noticias de nuestro inefable ministro de Interior en los últimos días. Que un cargo público con tal responsabilidad, con un notorio pasado como juez de la Audiencia Nacional, pilar fundamental de nuestro Estado de Derecho y máximo exponente de la separación de poderes, se pase por el forro la ley, el orden, el decoro, la moral y la decencia, requiere de una buena mascarilla, un modelo blindado diría yo, a prueba de letal pandemia.

Un ministro del Interior que, conociendo tan bien los límites y garantías de su anterior función, miente, es pillado in fraganti, documentalmente, y no solo no dimite, sino que ni siquiera se disculpa, requiere una buena protección antivirus en la cara. Aunque esta sea de cemento. No sé qué será de su vida en el futuro, ni cuál será su nueva profesión. Para mí, y seguro que para muchos más, el juez que un día fue queda totalmente anulado, y como político tiene fecha de caducidad, así que en sus planes posiblemente estará vivir bien, y disfrutar de un placentero retiro. Me queda el consuelo, ingenuo quizás, de pensar que el juez que lleva dentro, el joven y brillante estudiante de leyes, defensor de la igualdad y la justicia, le corroa su cuerpo envejecido durante el resto de su vida. Que le recuerde que se vendió vilmente al poder y al dinero, dejando atrás sus ideales de juventud, los que fueron quizás en su momento, los pilares de su existencia.

Pero bueno, lo de Marlaska ya pasó, y lo veo solamente como un eslabón más de la tragicomedia en la que estamos instalados. Aquí una fechoría tapa a la siguiente: Delcigate, falsas estadísticas, contratos con terroristas, niños en los supermercaos (sic), Simones y filósofos, ministros saltándose las normas que imponen graciosamente a los demás... Ante este panorama, he decidido instalarme a perpetuidad en mi estado de alarma personal, y llevar la mascarilla bien a mano, para poder vivir sin contaminarme por la información que, día a día, me obligan a digerir.

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