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La mirada triste del jardinero

13 de Junio del 2010 - María García Salceda (Avilés)

Para ti papá, con todo mi amor y mi cariño:

Todas las madrugadas, el jardinero se levanta a cuidar de su jardín, pero desde hace unos meses tiene la mirada triste.

Todo ocurrió un día, hace ya casi medio siglo, cuando se encontró una semilla especial, algo diferente... no era como la de las dulces lavandas, ni las inocentes azucenas ni las sensibles mimosas. No sabía de qué planta se podía tratar, por eso, intrigado la cuidó durante años: la abonaba, la regaba con regaderas de cristal, la protegía de los intensos rayos de sol que amenazaban con abrasarla y la defendía de la incesante lluvia que encharcaba sus raíces.

Con todo su amor se dedicó a ella, cada vez más con mayor esmero. Al final ese amor dio su fruto: aquella semilla germinó una flor, la más bella flor nunca vista. Sus pétalos eran blancos, inocentes; su tallo yacía erguido hacia el cielo, sin miedo, y sus hojas eran el mejor cobijo para los insectos, siempre disponibles para cualquiera.

El jardinero se rindió ante su belleza, aquélla no era una flor normal, era especial, algo diferente...

Sin embargo, una tarde, ante la atónita mirada del jardinero la flor se desvaneció, y elegantemente se desplomó.

Entonces, volvieron a sus oídos las palabras olvidadas de una sabia mujer: "Cuánto más bella la rosa, más pronto se marchita". El jardinero entendió que había estado cuidando de una rosa, una rosa blanca difícil de encontrar, y probablemente aquélla hubiese sido la más bella de todas; pues aquel hombre no volvió a ser el mismo y en su mirada siempre un halo de tristeza y melancolía.

Sin ti el mundo sonríe un poco menos / Y la vida se hace un poco más amarga. / Siempre tu hija que te adora,

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