Doblemente confinados
Vivo en una aldea del concejo de Valdés y tengo más de 80 años. Desde que se decretó el estado de alarma los pueblos del interior del concejo carecemos de transporte público. La empresa que presta el servicio en la línea La Espina-Jarrio ha dejado de pasar, así que, si los habitantes de esta zona –un buen número de pensionistas– tenemos que ir al hospital o a comprar a otro pueblo, no nos queda otro remedio que pedir un taxi.
Por otro lado, el autobús que suele hacer este servicio no se adecua a las necesidades de las personas mayores con poca agilidad ni es apto para discapacitados. El vehículo es antiguo e incómodo, la puerta de entrada y salida está demasiado alta y carece de un escalón para reducir esta distancia. Tanto es así que a veces el conductor tiene que bajarse para ayudar a subir a un viajero.
Se habla mucho de la España vaciada (en este caso, hablamos de Asturias), pero no se hace nada para evitar que las zonas rurales sigan despoblándose. Yo me siento abandonada, maltratada y doblemente confinada.
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