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Parlamentarios todos, austeridad

14 de Julio del 2010 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

En el Congreso y en el Senado, creemos que no debe usarse otro idioma que el español, y no hacerlo puede ser un disparate. Pero, en España, con la clase política que nos ha tocado, nos gastamos el dinero, mucho para los tiempos que corren, en traductores. Y no sólo parece un contrasentido, sino que además es un derroche.

Por la sesión del Senado del día 24 del pasado mes de mayo se ha tenido que hacer frente a un gasto extraordinario de 6.500 euros en concepto de traducción simultánea, a pesar de que todos los intervenientes en la misma conocían –tienen que conocer– el idioma común, el español. El murciano, como el guanche, como el bable y otros muchos que hablan el idioma de sus raíces maternas y mantienen la riqueza cultural de sus palabras, hablan también el español. Son españoles.

Muchos pensarán que estos esporádicos desembolsos son el chocolate del loro y, aunque ciertamente podrían serlo si nos encontráramos en tiempos de bienestar económico, hoy, por desgracia, no es así. En un país con más de cuatro millones y medio de parados, que acaba de rebajar los salarios a los funcionarios y de congelar las pensiones de jubilación, eso, además de poco justo y ético, es, cuando menos, antiestético.

Si desde el Gobierno se exige austeridad, debería darse ejemplo también con estos pequeños actos puntuales, porque resultan de importante calado en una ciudadanía en cuyos cinturones ya no quedan más ojales para seguir apretando. ¿Qué pensará de esto el pensionista que cobra al año 6.000 euros? ¿Y los cientos de familiares que no disponen de recursos suficientes para dar de comer a sus hijos?

Por supuesto que hay que apoyar y proteger el uso de las lenguas cooficiales del Estado, pero los funcionarios y pensionistas asimismo tienen que defender que no se recorten ni se congelen sus retribuciones. Si España necesita solidaridad, como se nos dice, pues entonces, café para todos.

El gasto excepcional que acaba de protagonizar en el Senado el presidente de la Generalidad catalana no merece otro calificativo menor que el de despilfarro, y quienes lo han permitido y dado el visto bueno a la factura, otro adjetivo de muchísimo mayor contenido fonético.

Si Montilla y compañía quieren hablar en un idioma que no entienda la mayoría de los senadores, que se traigan de casa el traductor pagado. Y cuando la crisis finalice, volveremos a disfrutar de la traducción de nuestra ilimitada riqueza lingüística.

Pero, hasta tanto, parlamentarios, austeridad.

José Antonio Gutiérrez González

Piedras Blancas

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