Yo también soy Cayetana
Durante la última sesión de control al Gobierno, la portavoz del Partido Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, hizo de su interpelación al vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, una encendida defensa de los valores democráticos, de nuestra Constitución y de la Transición, frente a táctica de confrontación, frentismo y violencia institucional en la que se está convirtiendo este Gobierno; defendió los principios democráticos de libertad, igualdad y fraternidad, frente al totalitarismo marxistas que impera en el Gobierno; el consenso político frente a los pactos oportunistas que usa este Gobierno para desprestigiar a la oposición y anteponer los intereses partidistas frente a la seguridad y la salud de los españoles. El último acto de ese sainete de geometría variable asimétrica ha sido el pacto con EH-BILDU (herederos de Herri Batasuna, brazo político de ETA) para sacar adelante la derogación de la reforma laboral pero ¿cuál?, ¿la de José Luis Rodríguez Zapatero o la de Mariano Rajoy?
Lamentablemente, este magnífico y brillante discurso ha caído en el olvido puesto que, en la réplica, y ante las constantes referencias a la aristocracia y al título nobiliario, la portavoz le indicó al vicepresidente segundo que él también pertenecía a la aristocracia, pero “a la aristocracia del crimen político”, en referencia a la militancia de su padre a la organización terrorista FRAP. Esta referencia fue borrada del diario de sesiones por orden de la presidenta del Congreso, ante el asombro e indignación de la portavoz. Rápidamente, los “progresistas”, esos que hablan de libertad de expresión, igualdad, espíritu democrático, justicia social, etc., se lanzaron como hordas a atacar y vilipendiar, en las redes sociales, a Cayetana Álvarez de Toledo, dedicándole todo tipo de apelativos e insultos. Así mismo, algunas caras más conocidas empezaron a lanzar una acusación basada en una falacia, un sofisma, en definitiva, una práctica muy habitual entre esos sectores tan progresistas; la tesis consiste en argumentar que, como Cayetana acusó de terrorista al padre del vicepresidente, que fue detenido por repartir pasquines del FRAP, estaba acusando a todos aquellos que lucharon contra la dictadura franquista y, por tanto, estaba defendiéndola y, en definitiva, es una fascista, una facha.
Cuando tenía 16 años, se me ocurrió comprar una cartulina roja y otra amarilla y poner una bandera española, sin escudo, en la carpeta que llevaba al colegio; se pueden imaginar el efecto que eso produjo y las consecuencias de semejante atrevimiento. Recuerdo, pese a que han pasado más de 30 años, una frase que me dedicó un compañero, “jodeos fachas, porque la sangre es roja y el corazón está a la izquierda”. La verdad es que no me esperaba nada de todo aquello, ni siquiera tenía claro que significaba ser facha así que, rápidamente, la carpeta se perdió en el fondo de una estantería. Fue como si hubiese pedido una disculpa pero, de un tiempo a esta parte, me he hartado de disculparme ante gente que se cree moralmente superior por votar al PSOE o al PCE. Da igual que seas centrista, cristianodemócrata, conservador, minarquista, anarcocapitalista o liberal, todo entra en el mismo saco y, solo por no pensar como ellos, eres un ser infrahumano que debe disculparse por existir y que debería estar en un campamento de reeducación. Como Cayetana, no yo ya no me voy a disculpar, porque yo también soy Cayetana.
El marxismo avanza a pasos agigantados, disfrazado con la bandera del igualitarismo, los derechos LGTBI, el feminismo, el veganismo, el animalismo, etc., utilizando estas posiciones para imponer su agenda ideológica y destrozando, en aras de lo que denominan “pluralidad” aquel supremo ejercicio de consenso que fue la Transición, que nos ha permitido vivir en paz y libertad estos últimos 40 años. Los constitucionalistas debemos dar la batalla moral y cultural frente al totalitarismo, con argumentos sin caer en la provocación pero sin dar un paso atrás. Han tomado las escuelas y universidades, los medios de comunicación y las televisiones, desde los que lanzan sus soflamas y anulan el espíritu crítico de los españoles, pero nosotros tenemos de nuestro lado el imperio de la ley y la Constitución.
Para finalizar, les dejo unas palabras de un adalid de la libertad: “El socialismo promete prosperidad pero solo produce pobreza. El socialismo promete unidad, pero solo produce odio y discordia. El socialismo promete un futuro mejor pero siempre vuelve a los capítulos más oscuros del pasado. El socialismo es una ideología triste y desacreditada, arraigada en la ignorancia total de la historia y la naturaleza humana, por lo que siempre da lugar a la tiranía. Los socialistas profesan amor por la diversidad, pero insisten en la conformidad absoluta. El socialismo no trata sobre la justicia, la igualdad o el progreso de las personas necesitadas, el socialismo es solo una cosa: poder para la clase dirigente y cuanto más obtienen, más anhelan. Quieren controlar la sanidad, la economía, la educación, la energía, el transporte, manejarlo todo. Quieren poder para decidir quién gana y quién pierde, quién está arriba y quién está abajo, qué es verdadero y qué es falso, incluso quién vive y quién muere. No hay nada menos democrático que el socialismo; allá donde aparece, avanza bajo la bandera del progreso pero, al final, solo genera corrupción, explotación y decadencia”. Estas palabras son de Donald Trump, sí, al que los medios “progresistas” intentan siempre ridiculizar y vilipendiar, para hacerle pasar por una especie de troll fascista.
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