Meditación de Santo Juliano
Santo Juliano (Santullano), guardián de la Iglesia, con anexos, más antigua de Oviedo (San Julián de los Prados), descansó, tan pronto el proyecto del bulevar sobre estos terrenos, guinda de la gestión municipal del tripartito para gloria de Oviedo y envidia del país (LNE, 26-6-18, pág. 9) se convirtió en “suflé” deshinchado y recogido, como estará el “Perseo”, ausente del pedestal en la Losa de Renfe.
Pero la mente de nuestro Santo no se detiene, preocupado ahora por la extraña y acelerada deriva de España. Si los hechos se repiten en el tiempo, piensa, el pasaje bíblico de Sansón se adecua al actual y extrae su personal moraleja. Adivina otro Sansón capaz de abatir columnas, sin Dalila al lado para que no se repita: “Aquí murió Sansón y cuantos con él son”. Al primer crujido de las pilastras huirá y contemplará el desastre lejos, en compañía de su socio y mentor el “Viento del Este”. Viejo conocido convertido en huracán arrasador durante nuestra II República. Ambos reconstruirán España, lo que hace exclamar a Santo Juliano: “Dios nos coja confesados” si nos traen la III.
A este Viento, engendrado en la “Factoría Lenin” y nacido en San Petersburgo en noviembre de 1917, se le encomendó recuperar el “paraíso donde lo tuyo y lo mío no se conocía”. Penetra embaucador enarbolando la bandera de igualdad universal, alguno de cuyos pliegues oculta guadaña confiscatoria de sudada propiedad y simultáneo aplanamiento del ser humano, con aherrojamiento de todas sus facultades. ¿Todas?, una se libra imposible de dominar, el alma, cuna de fe religiosa donde se halla el amor, alimento de los Diez Mandamientos y Obras de Misericordia, freno y obstáculo a la agresiva expansión de este “Viento” que, a donde llega, queda, siembra ilusoria cosecha y se ha de ir dejando quiebra y cartilla de racionamiento, triste símbolo de promesas falsas. La igualdad, administrada por el Gobierno, es cebo de votos para quienes de ellos viven. Y acomodo de indolentes. Esta penuria, disfrazada de igualdad, estalló en las manos de sus promotores, ajenos a la sana ambición humana que, en la detestada economía liberal, encuentra libertad creativa, competitiva y próspera.
Tamaña realidad desprestigió la redentora doctrina del “viento del Este”, quedando otro escollo, el religioso, para dinamitar e intentar salvar algún mueble. Santo Juliano no encuentra más causa de persecución que el odio a un sistema de caridad, perdón y unidad social, fiel a un Dios invisible, por tanto inexistente para el incrédulo que, para no agriar en exceso el debate, admite la idea de un Dios de opiácea adormidera. Luego, si no existe, razona nuestro Santo, ¿por qué pierden tiempo y dinero en perseguir y destruir sus símbolos, humanos y materiales, con tea, bala y “Siberias”? ¿Quién mueve tan bajos instintos y acosa al hacedor del bien: hasta 1941 la ciega persecución en Rusia presentaba 75.000 iglesias y monasterios destruidos o desacralizados y 240.000 religiosos/as desaparecidos/as. (España no fue a la zaga durante la II República). En la atea Rusia amainó la persecución por motivos políticos y estratégicos, cuando el ejército alemán apuntaba hacia Moscú. Era necesario levantar al pueblo en armas contra el posible invasor y el Gobierno lo logró pulsando la fibra religiosa. Esta raíz nunca muere. Al menos, se había conseguido respeto para lo sucesivo, que no lágrimas y perdón por lo destruido. Pasó el tiempo, el invento comunista es cometa sostenida por quienes viven del envenenado populismo. Bastantes todavía, “ebrios de trementina y largos besos”.
Finalizaba el paseo extramuros dentro del tiempo permitido a un anciano durante el confinamiento, cuando le sorprendió un rotundo arco iris entibando el cielo al este de su templo. Se acordó del proverbio: “Serás feliz cuando pases por debajo del arco iris”: ¿quién lo consigue?, ¿acaso este viento del Este con sus argucias? La imitación, burda, le llevó a aquellos bancos de la Escandalera anclados al suelo por el acrónimo LGTBIQ, homenaje del tripartito en nombre de Oviedo a esa institución de progresismo antinatural de pasiones y consecuencias degradantes, bien denunciadas por el genial San Pablo en carta a los romanos. ¿Estaremos al final de una era, de una civilización? Las que nos precedieron sabemos cómo nacieron y finalizaron. En el cenit del triunfo la abulia, madre de la molicie, dinamita la ejemplaridad y se encumbra la ineficacia prostituida por la sexualidad, fallando lo más sencillo, pero fundamental. La cultura se compra, pero la educación (orden, respeto, prudencia, trabajo...) se mama y hoy esta especial leche, escasa y floja, carece de gracia, grasa y amor, cualidades elementales pero fundamentales para que no chirríe el engranaje de la vida y se marchite la civilización.
Pensando en todo esto, Santo Juliano se recogió en el templo y habló con la Virgen de Covadonga, aval de la Reconquista y siempre de la unidad de España. Adulador, tarareó esta jaculatoria: “Virgen chiquitina y la más galana. / Patrona asturiana, Madre del amor. / Con tu luz divina y con tu alegría, / ¡protégenos Santina / desde tu Altar Mayor”. Cerró la puerta, apagó las luces y desapareció.
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