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José Luis Ampudia Caballero, hermano marista: semblanza de un gran hombre

13 de Junio del 2020 - Mary Carmen Inés Fuenteseca (aaa)

Hace unos días me llamó el hermano José Luis Ampudia para comunicarme su inminente partida para León, lugar donde nació y donde piensa residir para disfrutar de esa "jubilación jubilosa" que tanto se merece.

José Luis es un castellano-ovetense que estudió en nuestra Universidad de Oviedo, donde se licenció en Filosofía y Letras, y fue docente en el colegio marista Auseva, en la calle Santa Susana. Dicho así parece algo normal, pero José Luis estaba destinado por la Providencia a ser mucho más que un docente. Él sería el responsable de una profunda renovación de la orden, actualizándola, primero en su función de director y después como superior provincial. Bajo su supervisión se construyó el nuevo colegio Auseva, con la implantación del sistema mixto de enseñanza, así como la residencia marista de Oviedo. Remodeló el colegio de Tuy para acogida de hermanos mayores, pero también para dar cabida a la enseñanza reglada de la zona y crear un nuevo espacio de encuentro para alumnos de varias provincias que "rediseñó" en la antigua finca de "La Paloma", mi lugar de residencia durante mi niñez, que recuerdo como dorada y llena de magia, no solo por el lugar, sino también por un entorno muy especial; una niña que José Luis conoció haciendo su profesión marista y que era la única en un universo de puros licenciados. Con ellos aprendí a leer poesía, a escuchar conciertos de Bach en solitario, mientras los hermanos Antonio y Jiménez grandes pianistas, "practicaban" para una sola oyente. Un mundo, repito, mágico para una niña. Pero no es en Tuy donde yo recuerdo a José Luis, aunque él a mí, sí. Mis padres estuvieron vinculados por trabajo a los hermanos maristas durante muchos años y además tuve un tío marista, Mino Fuenteseca, al que José Luis sí conoció muy bien, tanto por la obra poética que dejó para su amada tierra tevergana como por su trabajo docente en España y Francia.

Durante su etapa en Santiago de Compostela, el Colegio Mayor Gelmírez fue la cantera de grandes personajes en todos los campos del conocimiento, sobre todo, del entendimiento y la concordia. Muy cerca de Santiago, en Roxos, acondicionó un lugar para pensar y reflexionar, donde había cabida para todas las personas de buena voluntad. Roxos fue uno de esos sitios donde se respiraba paz y deseos de mejorar.

Volvería a reencontrarme con José Luis Ampudia en un día triste para mi familia y también para la suya. El tío Mino había fallecido y José Luis regresaba de Caracas de enterrar horas antes a su hermano, marista también, fallecido de muerte repentina. José Luis quiso estar en el sepelio de mi tío, al que cuidó y visitó muchas veces en el transcurso de su enfermedad en Tuy. Sentimos nuevamente su proximidad. Se había ido tío Mino, pero José Luis entró en nuestras vidas de nuevo, y para quedarse. No le reconocí. Habíamos abandonado Tuy cuando yo tenía 12 años y nos vinimos a Oviedo. Pasaron años. José Luis nunca dejó de sorprendernos. Hombre viajero, residió en Roma algunos años, en Madrid y, sobre todo, como superior provincial de la orden, llevaría a cabo un trabajo extraordinario en el Zaire, en la misión de Kisangani, donde los hermanos maristas trabajaban desde hacía 50 años, teniendo a su cargo un importante hospital con médicos voluntarios, algunos belgas, siendo un modelo de convivencia y de generosidad, donde los chamanes y los profesionales sanitarios podían ejercer desde el respeto, sin proselitismos, como corresponde a una orden católica. Los maristas gozaron en el Zaire de un profundo respeto. Desgraciadamente, desórdenes tribales acabaron con las vidas de algunos de ellos, españoles a los que José Luis llevó allí. En la actualidad, la obra ha vuelto a retomar su trabajo de ayuda, tanto sanitaria como social.

El Zaire fue mucho más para todos, incluida yo, que en aquellos tiempos trabajaba en el Servicio de Neumología del Instituto Nacional de Silicosis (INS). Es imposible que no me acuerde de mi querido hospital si les tengo que contar la historia. Sabía que José Luis estaba preparando su viaje habitual al Zaire y le pregunté de qué forma podría colaborar en la misión. La respuesta fue: "No te preocupes. Es complicado llevar allí todo el material que precisan. Aun así, lo logro hacer siempre". Un comentario sobre el tema con D.ª Carmen de la Guerra, farmacéutica del INS, mujer de grandes valores, abrió una enorme puerta a la solidaridad. Carmen me dijo que en la farmacia había mucho material que ya no se usaba (estaban en ese momento de "limpieza") y que podría hablar con laboratorios farmacéuticos por si querían colaborar. Se lo dije a José Luis y se mostró sorprendido y encantado. Se organizó un "envío solidario sin precedentes desde el INS y los laboratorios, que abarcaba medicamentos varios, catgut (en la selva suturaban con hilos de lianas), apósitos, vendas, alguien donó una caja con 10.000 aspirinas y más enseres que aquí ya no eran precisos pero que allí se convertían en “puros diamantes”. Nuestro protagonista llevó toda la mercancía además de la que los maristas de España enviaban habitualmente en barriles soldados para evitar el pillaje y se embarcó todo en el aeropuerto de Barajas (hoy Adolfo Suárez). Allí, nuestro amigo tenía un aliado impagable, el comandante de Iberia D. Javier Echave, que llevaba en su vuelo y sin gastos tan preciada mercancía. Posteriormente, una carta del director del hospital zaireño agradecía el envío sanitario y nos decía que tener un dolor de cabeza en la selva y disponer de una aspirina era como ver ya el Cielo en la tierra… Fue bello y duro a la vez reconocer que en nuestro mundo de confort hay "cosas" que ya no se utilizan y que son tan vitales para los que nada tienen.

SUMARIO: La merecida jubilación y regreso a León de quien fuera responsable de una profunda renovación de la orden

DESTACADO: José Luis nunca dejó de sorprendernos; hombre viajero, residió en Roma algunos años, en Madrid y, sobre todo, como superior provincial de la orden, llevaría a cabo un trabajo extraordinario en el Zaire, en la misión de Kisangani

Centroamérica y el impacto de los huracanes también llevaron a José Luis a realizar obras con la total aportación de la orden marista para rehabilitar los pueblos devastados, esta vez con casas construidas con cemento y materiales solventes, estudiando el terreno de implantación para no estar en las torrenteras. Se construyeron unos pueblos seguros que tuvieron una visitante de excepción, S. M. la Reina D.ª Sofía, que departió admirada con nuestro amigo sobre el trabajo realizado.

Una anécdota que recordamos es cuando visitamos con José Luis el monasterio de Sobrado de los Monjes, cerca de Santiago, lugar donde era recibido con gran júbilo. Estaban en obras y la comida monacal se hizo en un vaciado local, donde el señor abad fue un anfitrión perfecto. Nuestra hija Carmen, de 2 años, inquieta como una chiquilla de su edad, no paró ni un momento, hasta tal punto de que el abad la tomó en brazos y le dio lo que tenía a mano, un bote de aceitunas, que ella devoró. Era inimaginable ver a un abad con este cometido, que, por cierto, lo bordó.

En Teverga tuvimos el privilegio de contar con la aportación excepcional de los hermanos maristas. Estábamos restaurando el santuario de Nuestra Señora del Cébrano y nos faltaban las vidrieras. Queríamos algo bien hecho. Se me ocurrió que aquella niña que escuchaba los conciertos al órgano de Bach y se "perdía" viendo la vida de S. Marcelino Champagnat en las extraordinarias vidrieras que adornan la capilla-basílica de Tuy era mi mejor referente para el tema. "José Luis, necesitamos unas vidrieras para el Cébrano como las de Tuy", "Tendremos un consejo de la orden, pero ya podéis contar con ellas". Efectivamente, hoy el santuario tiene unas vidrieras realizadas con el mismo "sistema de plomado francés" de las catedrales góticas, basadas en la Letanía Lauretana y con una flor violeta, símbolo de la orden marista, en una de ellas y que nuestro amigo todavía no descubrió. El encargo se hizo a un grupo de vitralistas, M-3, que llevan el mantenimiento de vidrieras de muchas catedrales españolas. Es una de las joyas del santuario tevergano.

Como estoy hablando de un hombre singular, comprometido, bondadoso, afable y sensible, para terminar les diré que todavía le hicimos otra petición para el Cébrano, dada la gran implicación marista allí: Mino Fuenteseca, Lalo Higarza… Nueva petición: "José Luis, queremos tener en el altar mayor una teca ósea de S. Marcelino Champagnat, vuestro fundador, y además nos gustaría al Sr. párroco de Teverga, D. Gonzalo Suárez, y al concejo, que el tío Mino regresara de Tuy al santuario que él tanto añoró en sus poemas y donde se habilitó un sepulcro en el baptisterio, donde se bautizó". José Luis, amigo del alma, entrañable, me trajo a la vez la reliquia de S. Marcelino (la única que había en España en esos momentos: la pidió a Roma) y, en una urna, los restos mortales del tío Mino. Así, en una ceremonia emocionante y multitudinaria de todo el concejo, fueron recibidos y reposan como nuevos guardianes en el Cébrano S. Marcelino y su discípulo Mino Fuenteseca.

Querido amigo José Luis, regresas a tu tierra leonesa llevándote también la asturiana, llevándote nuestro cariño y agradecimiento, porque como amigo-hermano siempre estuviste en nuestras vidas, en los momentos difíciles y en los alegres. Confiamos en que vendrás mucho a vernos. Somos familia y te queremos. Aquí gozas de un gran prestigio en la comunidad educativa y fuera de ella, pero sobre todo eres la esencia de un Caballero Marista, apellido que te cuadra totalmente.

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