En reconocimiento y aprecio a las titulaciones universitarias de Letras

Sinceramente, me he sentido perplejo por la desestimación, relativamente reciente, a los titulados de Letras porque, supuestamente, tienen menores oportunidades de “colocarse” en la materialista e ignorante sociedad actual. Grandísima necedad (del lat. “non scio”: no saber), que generalmente acompaña a su ignorancia la intransigencia (que le es consubstancial) porque el ignorante-intransigente no alcanza a ver ni a tolerar otra opinión más que la suya, generalmente errónea.

Los privilegiados estudiantes de nuestro viejo plan de BUP del 38 (Bachillerato Unificado Polivalente), respetamos y valoramos encomiásticamente la enseñanza de las Letras, y lo proclamamos desde nuestra posterior dedicación a las Ciencias. Nunca nos hemos quejado de los siete años de Latín y los tres de Griego y Filosofía, que, reconocemos humildemente, han contribuido a “hacernos personas”.

La simple ayuda de la Lógica es inapreciable para un pensamiento sensato y correcto. Los aportes del Latín y el Griego a los significados de los términos que utilizamos en Ciencias tienen su base etimológica en las lenguas clásicas: pandemia (de “pan”: todo) es una epidemia global. Está claro, que la expresión que ahora se postula de “pandemia global” es una solemne majadería, que desacredita a cualquiera que intente defenderla. Microscopía (de “micros”: pequeño, y “scopein”: observar) es una técnica para ver lo pequeño. Patología (de “pathos”: enfermedad, y “logos”: tratado) es la ciencia que trata de las enfermedades y sus efectos. Neuralgia (de “neuros”: nervio, y “algos”: dolor) se ocupa de los dolores en el sistema nervioso. Y así hasta lo infinito. Una de las cosas irrenunciables de este mundo es la muy respetable condición de “ser persona”, con todos los menoscabos y reducciones que los defectos humanos pueden añadir, y de hecho añaden, a este término. No somos personas perfectas, pero sí, al menos, queremos intentar serlo.

Las Ciencias y las Letras, en las que antes siempre incluíamos el Derecho, son necesarias y complementarias en una sociedad seria y funcional.

Personalmente, tengo la alegría de poder decir y proclamar que he defendido siempre el término de “Ciencias Jurídicas” para el Derecho, y he tenido la especial distinción de ser invitado a impartir en esa Facultad durante catorce años una asignatura de libre elección de Ciencias Experimentales aplicadas a las Ciencias Jurídicas, con abultada matrícula.

Otra área de interés imprescindible para todo ser humano racional es la Historia, como no me he cansado de predicar desde mi cátedra de Ciencias, pues la Humanidad debe aprender incansablemente de los aciertos y errores del pasado. En esto consiste, sin ninguna duda, el proceso de la civilización.

Reconozcamos que el sabio es inapreciable, pero también que la más humilde persona puede enseñarnos con su mayor experiencia vital y su atinado sentido común congénito, si lo tiene. Se dice, con indudable acierto, que quien desconoce la Historia está obligado a repetirla. Es correcto.

La lengua es la manifestación más característica y esencial de una cultura e instrumento de comunicación de una colectividad “amplia” que se transmite mediante una serie de signos orales y escritos que los humanos utilizamos para comunicar nuestros pensamientos y sentimientos. La eficacia y prestigio de una lengua o idioma están indiscutiblemente ligados a su alcance y difusión, que miden objetivamente su capacidad de relación y su distancia del dialecto. La precisión semántica de las palabras es una garantía fundamental del lenguaje científico y técnico, que añaden seguridad a las descripciones de los hechos y a las operaciones científicas y, consecuentemente, a su eficacia.

Un lenguaje riguroso y aquilatado contribuye a una didáctica correcta, y a una ciencia precisa. Las Letras son esencialmente cultura, y sin cultura no hacemos nada.

En substancial relación de la Lengua con la información y la orientación (Educación Ciudadana) está el periodismo, con indiscutible repercusión en la política. Como es sabido, Montesquieu defendía que el poder político en una democracia debía estar repartido y diferenciado entre: el Ejecutivo (Gobierno); el Legislativo (Parlamento); es decir, las cámaras del Congreso y Senado), y el Judicial (tribunales de Justicia).

Posteriormente, se habló de un “cuarto poder” efectivo, los MCS (medios de comunicación social): prensa, radio y TV.

La realidad práctica apunta hacia las posibilidades de abuso del Ejecutivo: si estás en el Gobierno dispones de mayoría absoluta o relativa (ese es el único problema); mayor capacidad para aprobar, promulgar y dictar leyes, que una vez aprobadas por el Legislativo (las Cortes), condicionarán las actuaciones de los tribunales (Judicial). Con estas ventajas probadas no será rara la tentación de tratar de silenciar la voz y retener la pluma de los periodistas, dificultando y condicionando las ruedas de prensa y la información; lo que –eso sí– constituye señal inequívoca y clamorosa de acercamiento a la dictadura y defunción de la democracia (Q.E.P.D.).

La oposición nos defienda, como es su deber, y Dios nos asista, como es su gracia. Amén.