Aclaración sobre la funeraria de San Antonio, 13
Quiero contestar a Ernesto Conde: «Aclaración a un polémico escrito sobre la Revolución de 1934».
Don Ernesto, mi segundo apellido es Pondal, (no Corral). Mi tío, don Acacio Pondal, era coadjutor de San Tirso y viví con él hasta mi matrimonio. Soy la hija mayor de su única hermana, Laina Pondal de Galindo, que murió a consecuencia de «una bala perdida», en la cocina de su casa, en el Postigo Bajo, n.º 8, primer piso. (Yo la encontré en un charco de sangre el 26 de octubre de 1936 y no sólo perdí a mi madre, perdí también mi niñez; tenía 10 años). Anécdota frecuente de la Gloriosa Cruzada.
Usted no ha aclarado nada de su escrito 27 de noviembre de 2009. Pasa olímpicamente de la desgraciada historia de la familia de la funeraria de San Antonio, 13, e insiste en que «los fusilaron en el Campo de San Francisco».
Según los certificados de defunción de Gumersindo Gómez Antón y de su esposa, Olvido Díaz Fernández, los dos murieron el mismo día y a la misma hora: el 14 de marzo de 1937, a las 24.00 horas. Causa de la muerte: «No consta». Habrán de recibir sepultura: «No consta»...
Queda claro que las personas «con las que mantiene entrañables relaciones de
amistad», elegidas por usted «en razón de su conducta cívica, pródiga en seriedad y honrado parecer», sólo saben lo que se cuchicheaba en aquella época.
Parece que me descalifica por estar en la cama la noche en que detuvieron a los de la funeraria y no en primera fila como la niña de su relato... Ella no captó la violencia que se estaba desarrollando, pero sí lo de la zapatilla.
Ratifico todo lo que digo respecto de su artículo del 27 de noviembre de 2009. Si lo que pretendía con «la mujer que caminaba cojeando con un pie descalzo, calle Altamirano abajo», era causar risa, le aseguro que a mí me produjo asco.
No pretendo molestar a nadie, ni crear ningún problema, ni inquietar malas conciencias. Sólo quiero que Oviedo conozca un secreto muy bien guardado durante setenta y cuatro años.
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