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Ramón Rodríguez Cuevas: sacerdote, periodista y artista

8 de Junio del 2010 - Agustín Antonio Hevia Ballina

Cuando un amigo se separa de nosotros, algo muy íntimo se nos rompe en las mismidades del alma. Tal es el sentimiento que me parece experimentar en el momento en que doy comienzo a estas palabras de despedida en memoria de don Ramón Rodríguez Cuevas, amigo sincero entre ese grupo de amigos, al que la vida y las circunstancias nos van acercando. Compartes gustos, compartes ilusiones, compartes el carácter sacerdotal y compartes acercamientos a las realidades estéticas del arte.

Don Ramón Rodríguez Cuevas, sacerdote, periodista, amigo cordial, artista consumado, nació en la parroquia de Santa María de Posada de Llanes, el 31 de mayo de 1928. Hizo los estudios de la carrera sacerdotal en los seminarios de Tapia, de Valdediós y de Oviedo. Se ordenó sacerdote el 7 de junio de 1952 con otros cuarenta y cuatro compañeros, algunos de los cuales fueron ordenados durante el Congreso Eucarístico de Barcelona.

Su primer nombramiento fue como coadjutor de San Félix de Valdesoto, en el arciprestazgo de Siero, cargo en el que permaneció durante diez años, desde el 23 de junio de 1952 hasta el 10 de agosto de 1962, dejando marcada huella en los jóvenes, a los que se dedicó con especial ardor y entre quienes se le recuerda por sus cualidades deportivas. En el concurso de curatos fue nombrado párroco de Santibáñez de Riomiera o Santibáñez de la Fuente, en Aller, y allí permaneció hasta el 11 de octubre de 1967 desempeñando a la vez los encargos de Santa María de Cuérigo y de San Miguel de Conforcos, hasta el 11 de octubre de 1967, en el mismo arciprestazgo allerano. Allí se identificó con la realidad pastoral que tenía entre manos, llegando a compenetrarse con la idiosincrasia de esta comarca de un cristianismo y una fe tan arraigados, cultivando el acercamiento a sus feligreses en las preocupaciones y tensiones sociales de unas parroquias que compartían el trabajo en la agricultura y en la mina.

Su preocupación pastoral, después de un análisis de la realidad de una iglesia parroquial alejada del núcleo de población más cuantioso, le hizo concebir planes para edificar una iglesia de nueva planta en Collanzo, dejando sin uso pastoral la antigua iglesia románica de Santibáñez de la Fuente. En la nueva iglesia parroquial, don Ramón consiguió dejar huella con sus orientaciones y, adelantándose a una técnica de vidrieras, casi pionera en Asturias, combinando el vidrio grueso con el cemento. Él personalmente confeccionó y diseñó los cartones o bocetos para las mismas y llevó a cabo la realización material en buena parte.

Subtítulo: Fallece un sacerdote con una trayectoria cargada de iniciativas

Destacado: Sus conocimientos de arte y sus valoraciones artísticas fueron un elemento del máximo realce en su actuación en una Comisión de Patrimonio que acababa de ser creada y de tanta importancia en un momento de erección de nuevos templos y de restauración de otros muchos

El arzobispo monseñor Enrique y Tarancón, que había concebido, desde el curso 1964-65, una reforma seria en la trayectoria del Seminario, encomendando el rectorado a don Manuel Gutiérrez García, hasta entonces párroco de la recién creada parroquia de San Francisco Javier de la Tenderina, y el cargo de prefecto de teólogos a don Carlos Sánchez Martino y de filósofos a don José Argelio Suárez Faya, trajo también al Seminario en el curso 1967-68 a don Ramón Rodríguez Cuevas, nombrándolo prefecto de teólogos. Fue una etapa en la vida de don Ramón no exenta de tensiones y de dificultades, de la que los teólogos del momento conservan el grato recuerdo de haber encontrado en él, más que a un superior, a un amigo. En el Seminario Metropolitano ejerció con la más exquisita solvencia como profesor de Historia de la Literatura (1968-76), Literatura Española y Contemporánea (1969-71) y de Dibujo (1976-79).

El 31 de julio de 1972 fue nombrado director del Secretariado Diocesano de Medios de Comunicación Social y asume la dirección de «Esta Hora», el periódico de la diócesis, que había sido fundado por don Víctor García de la Concha y al que don Ramón llevó su concepción de un periodismo católico al servicio de una información comprometida y seria. Desempeñó con notable eficacia este cargo hasta el 22 de febrero de 1994.

Alternando con las tareas de información, fue nombrado vocal de la Comisión Diocesana del Patrimonio Artístico y Documental (1980-1998). Sus conocimientos de arte y sus valoraciones artísticas fueron un elemento del máximo realce en su actuación en una comisión que acababa de ser creada y de tanta importancia en un momento de erección de nuevos templos y de restauración de otros muchos. La vivencia compartida como secretario, bajo la égida de don Ramón Platero, hace que mi juicio sobre el papel de don Ramón en esta comisión sea de primera mano. Una de las intencionalidades que intentó canalizar hacia la Comisión de Patrimonio fue su inquietud por ofrecer criterios para que los artistas consiguieran auténtica expresividad religiosa y que se les ofrecieran orientaciones para llevar a cabo la misión del arte de todos los tiempos en proyección hacia la fe. Se sintió feliz con la «Carta a los artistas» del Papa Juan Pablo II, que él consideraba un vademécum imprescindible a la hora de abrirse camino hacia las modernas proyecciones del arte.

La faceta de artista es la que quiero realzar ahora en esta breve reseña de la vida sacerdotal de don Ramón Rodríguez Cuevas. La exposición y el catálogo que la acompañaban, organizada, con carácter recopilatorio, por don José María Hevia Álvarez, canónigo, en el Seminario Metropolitano por el año 2005, dejó en la mente y en el espíritu de cuantos pudimos contemplarla la impresión más honda de las cualidades de artista de don Ramón: las diferentes técnicas de acuarela, óleo, guache, collage, aguada y otras facetas quedan como suficiente prueba de su dominio en el arte pictórico. Uno de los aspectos más notables de su producción fue la cartelística, en la que mostró asomos de auténtico maestro.

Destacó también, como ya he aludido arriba, en la realización de cartones para vidrieras, siempre aplicándoles los materiales combinados del vidrio y el cemento, olvidando las antiguas técnicas de los emplomados. Me referiré solamente a la que considero su obra maestra: las dos vidrieras que adornan la capilla de las Carmelitas Descalzas en el Carmelo de Fitoria. Contemplarlas cada día, cuando celebro la santa misa para las monjas, me ayuda a descubrir siempre nuevos detalles en su contemplación. La sensación que te crea el sentirte inmerso en la especial luminosidad que confieren a este recinto sacro las dos vidrieras representando, en exquisita figuración, «La subida al monte Carmelo» y el «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz, en la del lado de la epístola, y «Las Moradas», de Santa Teresa de Jesús», en la del evangelio, no puede sino elevarte el espíritu a honda contemplación, pareciéndote estar leyendo en el libro abierto del arte las alegorías místicas de que los dos grandes fundadores impregnaron su obra. Pocas veces he experimentado cómo el arte viene en apoyo de la fe y de la contemplación, según la expresión que el aludido Juan Pablo II nos aprendió a descubrir en su alocución sobre «La importancia del patrimonio artístico en la expresión de la fe y en el diálogo con la Humanidad» (13-X-1995).

Don Ramón era canónigo de la Catedral desdel 24 de enero de 1994, donde enriqueció la actuación capitular con sus valiosas apreciaciones. Descansa en paz, hermano querido.

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