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Un facha viene a verme

28 de Junio del 2020 - Rufo Costales (Oviedo)

He recibido un privado de un "amigo" (en realidad, solo le conozco por email, vía facebook), que gracias a mí, él también escribe en esta sección de La Nueva España, y lo hace con bastante frecuencia.

Digo que gracias a mí porque, según cuenta, después de leer varios artículos míos, se dijo: "Vaya chorradas escribe este tío. Si a él le publican sus escritos, con más razón publicarán los míos".

Y sí, tiene razón; aquí salen cartas suyas con relativa frecuencia donde pone de manifiesto su cretinismo oceánico (tranquilo, que no voy a decir su nombre), opinando sin mucho criterio sobre mi artículo "Incondicionales del caos", donde lo más "extremaderecha" (eso censura) que escriboes reclamar a este Gobierno un crespón negro en la bandera nacional, en homenaje a las víctimas del covid-19.

Este detalle me inhabilita como demócrata y me identifica, según él, como fascista y, como evolución cualitativa, de facha.

Sirva este introito para aclarar que, aunque él hubiera preferido fuera por privado, el motivo de este artículo no es otro que clarificar que fascista es precisamente quien llama fascista a los que no piensan como él.

Una premisa necesaria sería aclarar, para empezar, si hablamos de facha como adjetivo o facha como nombre.

"Facha", como adjetivo, coloquialmente, es sinónimo de mamarracho, adefesio, que viste inadecuadamente, con vestimenta desaliñada. No va por ahí la cosa, porque en mi caso siempre salgo duchado, peinado, bien vestido (incluso combinado), camino derecho, chaqueta de mi talla y nada de exceso capilar, en ridícula coleta.

«Facha», como nombre, es sinónimo despectivo de fascista; según definición de la RAE, en su acepción 3: "Actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se considera relacionada con el fascismo"; es decir, alguien de derechas, católico y de talante poco democrático; una forma abreviada de referirse a los franquistas, a los nostálgicos del dictador o a los falangistas.

Facha se convierte así en el comodín, en la bala dialéctica que se dispara a las primeras de cambio en cualquier conversación política, social, religiosa o deportiva, cuando, agotados los argumentos, se quiere concluir una discusión por la vía rápida: "Tío, eres un facha".

Lo he consultado con mi familia más íntima, pero no me ven facha, si acaso un pelín machista; incluso mi "cuñao", que es cabezota pero sincero, me ha recomendado un buen psiquiatra.

Preocupado por la imagen que proyecto sobre mí mismo, me he asesorado con un abogado, y no se moja porque la libertad de expresión es, como su nombre indica, libre.

Por buscar una segunda opinión, incluso tercera, se lo he preguntado a mi médico de cabecera, que ha coincidido con mi "cuñao", y me ha dado un volante para el psiquiatra.

Estoy obsesionado, creo que me persiguen y oigo voces. Ay, madre. ¡A que soy un facha!

Inmerso en una especie de coma autoinducido, me analizo y concluyo que ni soy violento, ni autoritario, ni reaccionario.

Muy al contrario, soy demócrata, cosmopolita, amo a mi país, respeto a mis mayores, acepto y cumplo las leyes, defiendo la libertad, respeto las ideas de los demás, el derecho a la vida, la dignidad, la educación, la cultura... por cierto, soy católico y quizás este hecho sea para Ud. una lacra, y me convierta inexorablemente en un facha.

Me repito: Fascista es precisamente quien llama fascista a los que no piensan como él. Hágaselo ver.

En actitud divergente con la suya, yo no le digo lo que Ud. me dice, pero le recuerdo que la psiquiatría está muy avanzada y quizás por ahí encuentre usted la solución a sus problemas. Con Dios.

Saludos cordiales.

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