Mamá, te quiero

29 de Junio del 2020 - Javier Gámez

Y llegó ese día, el día que nunca esperas que llegue, pero que siempre viene a quitarnos lo que más queremos, porque la vida tiene un principio y también tiene un final. Es la vela que se encendió al nacer y que se apaga cuando llega el último momento.

Sí, mamá, te has ido y me has dejado muy solo. Tú lo has sido todo para mí, no sólo mi madre, sino también mi amiga, mi compañera… Cuando algún ser querido inicia el último viaje, todos hablamos bien de él, y si es una madre la que se va, mucho más, y siempre se oye decir: "Era la madre más maravillosa que ha existido, la mejor madre del mundo". Y yo lo digo también, entre otras cosas porque lo dio todo por mí, además de lo más preciado que puede dar una madre: la vida. Una madre dijo un día a su hijo: "Por muy grande que seas, siempre serás mi bebé". Y para ti lo he sido siempre, porque me has cuidado hasta el último día de tu vida, cuando ya tus ojos estaban cerrados y buscabas el descanso eterno. Además, eras un ser excepcional, lleno de bondad, de afecto hacia los demás; nunca te oí decir una mala palabra sobre nadie y todo el mundo te quería. Ponías siempre por delante el bien de los demás, antes que el tuyo propio.

Pero la vida no te trató nada bien, y lo hizo en lo que más duele: en el corazón. Perdiste a tu padre cuando eras sólo una niña de 8 años, en tiempos duros de la posguerra, en tu Andalucía querida, y tu fuerza y tus ganas de luchar te hicieron crecer en los valores del esfuerzo, del amor a la familia y de tu eterna bondad. Más tarde, encontraste en papá al hombre de tu vida, formando una familia unida y llena de amor, con cuatro hijos que fueron vuestro legado más hermoso.

Pronto llegó aquel traslado forzoso a tierras lejanas, hoy convertidas ya en nuestra tierra querida, la Asturias que nos recibió con los brazos abiertos y que hoy es tu última morada, la Asturias en la que la vida te tenía preparada una sucesión de terribles desgracias, que soportaste con enorme entereza hasta el último momento. Primero se fue papá, aún joven, lleno de vida y de proyectos. Te quedaste viuda con cuatro hijos, todos estudiando, y, pese a que en aquellos tiempos las viudas se quedaban muy desamparadas económicamente, nos sacaste adelante y nos diste lo que más puede apreciar un ser humano: amor, educación y formación.

La desgracia no te dejó en paz y once meses después se fue tu pequeña Paqui, con sólo 20 años, llena de fuerza y de belleza, esa hermana a la quise tanto y que tanto echo de menos. Y sin embargo, no te hundiste, y no quisiste volver a tu tierra andaluza, donde ya descansaban ambos; quisiste quedarte en Asturias, cuidando de tus hijos. Cuando mi actividad docente se vio truncada por partida doble por el maltrato de dos empresas ¿educativas? infames, te quedaste a mi lado y fuiste mi apoyo constante, quien me dio el ánimo suficiente para seguir navegando en el bravío mar de la vida.

SUMARIO: Palabras de despedida a "la mejor madre del mundo"

¡Ah!, pero la tragedia te perseguía y años más tarde perdías, primero, a José, el esposo de tu hija mayor, al que tanto querías y al que considerabas un hijo más; dos años después, a Toni, su esposa, tu hija mayor, mi hermana, una persona de una sensibilidad extraordinaria, que abandonó su carrera como historiadora por el cuidado y la atención de sus hijos, de dos hijos maravillosos que se quedaron sin padre y sin madre en sólo dos años, y a los que tú te entregaste en esos duros momentos.

Y llegó el momento en el que tu enorme fortaleza se resquebrajó y tu mente cayó en el olvido. Fueron años muy duros, viendo cómo la memoria se iba diluyendo, aunque nunca tu amor. Yo decía: "Nunca llevaré a mi madre a un centro de mayores", pero nunca digas "nunca jamás". Y empezaste una nueva vida, en una nueva casa, la Residencia Santa Teresa de Oviedo, en donde hemos vivido entre la tristeza de ver tu progresivo deterioro y la alegría de sentirnos más juntos que nunca, viéndonos cada día mañana y tarde, disfrutando de nuestros paseos, de nuestras mutuas miradas, de los besos y de las caricias; un lugar en el que también hemos encontrado a personas maravillosas, que te han cuidado, que te han dado afecto y cariño, que han sido mis ojos y mis manos en los momentos en los que yo no estaba, en esas noches eternas para ti y para mí. Yo también he encontrado allí amigos y amigas para toda la vida, y, sobre todo, a dos personas que entraron en mi corazón para quedarse toda la vida: una nueva hermana a la que quiero con toda mi alma y un ángel que llegó a mi vida para darme alas y volver a volar, y a la que quiero con todo mi corazón.

Muchas veces me decían: "¡Qué buen hijo eres! ¡Cómo cuidas a tu madre! Tómate unos días de vacaciones". Yo siempre les decía que era mi madre la que me cuidaba a mí, la que me daba las ganas de vivir, que era ella la que más hacía por mí, no yo por ella. Levantarme todos los días e ir a verla era lo mejor de cada jornada, y los momentos que estaba con ella, los mejores del día. Nunca sentí frustración por estar siempre a su lado; todo lo contrario, me sentía enriquecido por su compañía, por su presencia… Por eso te voy a echar tanto de menos.

Y como la vida te trató con crueldad, no quiso parar ni siquiera en el último momento. Llega la terrible pandemia, te alejan de mí, te atrapa el maldito coronavirus, consigues ganar la batalla, te aíslan en soledad -¡96 días sin verte!-… Era mucho para un cuerpo terriblemente golpeado, y lo que en cualquier otro momento hubieras superado, ahora fue el final. Si algún consuelo tuvimos tú y yo fue compartir los dos últimos días de tu vida, cogernos nuestras manos, ver la dulzura de tu cara, acariciar tu rostro y besarte, sí, porque me salió del alma.

Te has ido de un mundo que avanza con rapidez hacia la deriva, cada vez más injusto, en donde la deshumanización se hace cada vez más presente, en donde los mayores no son respetados (¡cuánto mal se les ha hecho durante esta crisis sanitaria!), en donde la vida cada vez tiene menos sentido, en donde los valores que hacen grandes a las personas se van perdiendo… Tal vez sea esa tan cacareada "nueva normalidad". Yo seguiré aquí, porque aún me quedan fuerzas, y te recordaré cada día, como recuerdo a papá, a Toni y a Paqui, porque vuestro recuerdo es ahora vuestra vida. Y llegará el día del reencuentro y volverá de nuevo la felicidad.

Mamá, te quiero.

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